miércoles, noviembre 28, 2007

Convergencia


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Cierro los ojos, te presiento cerca. Los abro y veo tu mirada acariciando lentamente cada centímetro de mi piel. Mojas tus labios y sigues recorriéndome entera, ahora persigues mi aroma y mantienes la distancia exacta que deja demasiado lejos tus manos y demasiado cerca tu aliento, pero no me dejas acariciarte, te limitas a respirarme, como si yo fuera el aire que necesitas para vivir.

Acercas de nuevo tu mirada a la mía. Me sonríes, pícaro, y tus dedos rozan, casi de manera accidental, mi pecho. Me estremezco y por un segundo me distraigo y aprovechas el descuido para besarme.

Tus labios se apoderan de los míos, tu lengua escruta el laberinto de mi boca. Me paladeas, como si fuera el mejor de los vinos, buscas los matices, y me bebes con la sed del que desea embriagarse de pasión. Me separo un segundo del abrazo de tus labios y busco tu mirada, pero vuelves de nuevo a enredarte en un beso prolongado y empiezo a perder la noción del tiempo.

Tu mano recorre mi espalda, mi nuca, se enreda en mi pelo y vuelve de nuevo a mi nuca para ceñirme a ti, con la vehemencia del tiempo en que no me has gozado, y es tu abrazo quien me confiesa cuanto me echabas de menos.

Separas tus labios de mi boca y recorres con ellos el linde de mi cara, para regocijarte en mi cuello, asumiéndolo, asediando cada centímetro de piel, y tus manos recorren mi cintura, buscan mis caderas, aprehendiendo para sí todo lo que encuentran.

Me abrazas un momento y me susurras al oído esas palabras que no me dirías nunca en voz alta. Vuelves a tomar mi cuerpo que ya es tuyo y me llevas, sin mediar palabra, a tu cama, tu territorio, y sé que aceptaré sin miramientos tu pleitesía, mientras te entregas de nuevo al vicio de mis caricias, a la adicción de mis besos, al exceso de beberte mi cuerpo entero, a la tentación de que mi lengua recorra toda tu piel sin recato, y a pesar del frío que hace fuera, entre tu cuerpo y el mío el calor es extremo.

Te rindes a mis manos, que juegan contigo, te acarician, te provocan, y luego te dejan con las ganas de más, y me suplicas que no pare, y yo, perversa, te hago sufrir lo justo, para volver a devorarte luego, con el ansia que confiesa cuanto te echaba de menos.

Cambias las tornas y me abates, ahora mandas tú y me sometes a tus labios. Pierdo el control, dominada por tu lengua y me entrego extenuada en convulsiones de placer, pero no me das tregua, sigues acariciándome, cabalgas sobre mí, domándome a puro fuego.

Te doblego ahora, te dejas vencer y yo marco el ritmo, llevándote al mismo cielo y dejándote descender luego para volver a elevarte una vez tras otra hasta que caes exhausto en mi abrazo.

Me besas dulce, me miras hablándome sin palabras, me acaricias y al fin te duermes envolviéndome con tu cuerpo.

Besos y sed felices

lunes, noviembre 19, 2007

¿Qué voy a hacer sin ti?

¿Y que voy a hacer con todas estas caricias, con todos estos besos, con estos abrazos que esperaban colmar tus días, ser tu abrigo, el cobijo de tus sueños?

¿Dónde voy a guardar ahora este cariño, este deseo que sólo se calmaba en el calor de tu regazo?

¿Qué voy a decirles a mis sueños, que locos se volvían cada vez que tu me mirabas, que entre tus caricias, hacían ellos su casa?

¿Cómo voy a explicarle a mi sonrisa que ya no puede esperar tus besos, cómo le voy a decir que no serán tus palabras las que vengan a robarla, ni tu alma el hogar que ella buscaba?

¿Quién va a explicarle a mis ojos que ya no pueden perderse en tu mirada, que tu te has ido y ya sólo me queda tu espalda?

¿Cómo voy a calmar este frío, quien va abrazarme en estas noches largas, que voy a hacer con este amor que en secreto te rondaba?

Antes de irte, dime ¿qué voy a hacer, si tu no vuelves, con este corazón que sin ti no late, que a ti te nombra y que de tu abrazo, de tus besos se alimentaba?




Besos y sed felices

jueves, noviembre 15, 2007

Batallas perdidas



Desafiando mi propio destino, una vez más, me enfrenté al miedo y a la prudencia. He vuelto a alzar mi espada, a calzarme el escudo en mi brazo, a mirar desafiante a mi propio destino.

Y una vez más mi destino ha vuelto a recordarme quien tiene las de ganar en esta batalla sin sentido.

Volví a cerrar los ojos al pasado, a mirar hacia delante a pensar que tal vez no erraría de nuevo mis pasos. Y una vez más estoy aquí, herida, y esta vez de muerte. Sin más fuerzas para más cruzadas.

He alzado mi espada, cargado mi escudo, llevado esta pesada armadura, hecha del dolor de cada derrota. He tensado nuevamente mi arco, he afilado mi daga y ensillado mi caballo tantas veces que ya he perdido la cuenta. Y una vez más he caído a los pies de mi mala suerte, de mis pasos desacertados, de mis errores constantes, de mí misma a fin de cuentas.

He aporreado mi muro tantas veces como veces he caído. Me he revelado contra mi suerte y mi designio. He bebido la sangre de mis heridas, me he comido mi propio corazón descuartizado, he limpiado mis llagas con mis lágrimas, me he reído de mi suerte, he ardido y resurgido de mis propios fracasos. Y otra vez estoy aquí, el alma hecha añicos, sin corazón ni hueco, desangrándome por mil heridas engangrenadas y llenas de gusanos que claman por mi aniquilación.

He luchado. Le he dado la espalda a mis errores y mis fracasos. Me he levantado tantas veces como he caído. Menos una. Menos esta última. Ha llegado el descanso de esta guerrera. Ha llegado el momento de no luchar más, de entregar las armas.

He lidiado todas mis batallas y todas las he perdido. Sé que hay ahí fuera quien me dirá que la próxima será distinta. Sé que hay quien confía en mi victoria arguyendo que lo merezco. Pero es mentira. No merezco nada. Sólo este desasosiego, este vacío, este crepitar de llamas que empiezan a convertirme en cenizas. Pero yo no soy el ave fénix y esta vez voy a dejarme consumir en este fuego. Ha llegado el fin, el momento de marcharse. Se acabó mi tiempo.

Besos y sed felices

Porque hay momentos en que lo mejor tal vez sea rendirse. O morir con las botas puestas.