domingo, diciembre 07, 2008

... Pero tan largo el camino

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De repente nuestro mundo se volvió del revés. Los gritos llenan los espacios que antes ocupaban las risas. El dolor se ha instalado donde antes hubo cariño, las caricias se han vuelto ásperas y lejos de divertirnos, ahora sólo sufrimos.

Y no acabo de entender dónde está el error de base, sólo deseo encontrar el fallo, el defecto, la tara que hace que siempre ocurra lo mismo. Y mientras me desvivo por intentar que vuelvan los días de sol, mientras las tormentas hacen zozobrar sin piedad este barco en el que nos encontramos.

Sabes que en verdad no me arrepiento de aquel día en el que dejé que me besaras, y tampoco maldigo cada día que pasó desde ese momento, pero la rabia de no saber cómo volver al pasado, me hace querer borrarlo. ¿En verdad te arrepientes de estos meses vividos?

Ya no soporto el dolor de seguir llenando nuestros abrazos de gritos. Ya no resiste más esta alma en ruinas, las piedras que nos lanzamos, las miradas frías que sustituyen el calor de tus besos. Ya no me queda más fuerza ni siquiera para alzar la voz y decirte que te quiero.

Si pudiera saber que hizo imposible nuestro amor, tal vez encontrara la paz que ansío. Si pudiera enterrarme entre los besos que quedaron esparcidos, dejarme caer en las caricias olvidadas y dormirme eternamente en el recuerdo de tu sonrisa, tal vez lograra ser feliz, aunque fuera el fantasma de mí misma, la sombra de un fracaso o una luz en la lejanía. No importa, sólo quiero diluirme en la próxima lágrima que caiga, volverme el aire que te envuelva o simplemente quedarme en el recuerdo.

Quedaron en la orilla de nuestros sueños, los restos de este naufragio, y tengo la astilla de este nuevo fracaso, clavada en mitad de mi alma. El corazón deshecho en pétalos de margaritas deshojadas. Era la última cruzada, el último barco que iba a surcar la nada. Y nada importa ya, si ya no hay posibilidad de volver a construir un puente desde mi corazón hasta tu alma.

“Es tan corta la distancia, pero tan largo el camino, entre tu boca y mi boca, entre tu corazón y el mío....”


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Besos y sed felices

viernes, noviembre 21, 2008

Me pides que siga escribiendo



Te vas, y sin embargo, me pides que siga escribiendo. Y cómo quieres que escriba, si ya no tengo palabras ni silencios, si no me dejas besos que me inspiren ni sueños que alimenten mis cuentos.

Me cuesta encontrar frases hasta para argumentar mi apatía, no puedo seguir escribiendo sin más, total, tampoco sé si vas a seguir leyendo.

Te vas y le pides a mi tristeza que me inspire y así poder seguir dejando huellas de letras y lágrimas de tinta recorriendo el documento. Prefiero que te quedes, francamente, escribir no me llena, no calma la soledad de este momento ni tapa los agujeros que al final dejaron los besos desechados, las caricias huérfanas de tu tacto.

Podría escribir cien versos y mil cuentos, podría llenar las paredes de tu alma de relatos y hacer una alfombra de palabras revestidas de silencios desde el zaguán de mi querencia hasta el cerrojo de tu amor y aún así no habría llave ni clave que hiciera saltar en mil pedazos el candado que cierra las puertas de tu corazón.

Te vas, y sin embargo, me pides que siga escribiendo. Y yo quisiera poder hacerlo, pero ya no tengo ni la melancolía, ni el sueño que antes me dieron argumentos.

Te vas, y contigo, mis silencios.

Besos y sed felices

lunes, noviembre 17, 2008

Cuestión de amor



Cuento los pasos que hay entre tu corazón y el mío. Mido milímetro a milímetro, la escasa distancia que separa tu mirada de mi sonrisa. En secreto, tomo lista de cada gesto, cada palabra, cada caricia.

Mides el tamaño de tus sentimientos y los míos. Cuentas los segundos que pasaron desde aquel primer beso. Analizas nuevamente cada momento, esperando encontrar la mesura de algo que no tiene medida.

Y como vamos a amarnos si a cada segundo nos preguntamos como será eso de estar enamorados. Como vamos a saber si sentimos o si no, si no dejamos al amor desplegar sus alas.

Estamos tan concentrados en controlar, medir, diseccionar cada cosa, que ya no sé si seremos capaces de dejar espacio a la improvisación, de darnos la oportunidad de ver si hay caso en esto del amor.

Quizá debiéramos relajarnos, guardar los instrumentos y olvidarnos simplemente de todo. Sólo quedarnos con cada beso, cada caricia, con tu sonrisa cuando me miras, con mi mirada cuando sonríes, olvidar realmente olvidar otros momentos y vivir este instante, que es el nuestro, como niños que no saben nada, como si fuera la primera vez que una mirada nos conmueve, la primera vez que una caricia estremece nuestra piel, la primera vez que una lágrima cae al pensar que tal vez no pueda ser nada más que un sueño.

No se puede medir lo inmensurable. No se puede guardar en un vaso, todo el mar. No se puede, no podemos seguir intentando averiguar, medir, calcular, sopesar la intensidad de un sentimiento. Aunque queramos, cariño, no podemos ni debemos poner límites al amor. En todo esto nos sobra la razón.

29-07-08


Al final, venció la razón...
Besos y sed felices

domingo, octubre 19, 2008

Otoño


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De olas y espuma se hizo un traje la nostalgia, y ahora se pasea por la playa, dejando gotitas saladas, como lágrimas que el sol seca con sus besos cálidos. Deambula el otoño por la arena, se viste de la sal de Nostalgia y vuelve a la alameda, donde las hojas le hacen una alfombra de ocre y sueños crujientes.

En el calendario, octubre se deja seducir por noviembre y mientras la lluvia limpia las calles y se lleva la tristeza. El frío empieza a notarse en los huesos, la manta del sofá pide compañía y el reloj devuelve la hora que robó en primavera.

Vuelve a girar la ruleta y otra vez es aquí y ahora, vuelve de nuevo a irse el sol más tiempo del que se queda, las nubes roban su calor sin vergüenza y hay de nuevo en el aire olor de chimenea.

Llueve una vez más y arrastra la tormenta, los restos de un verano que se resiste a quedar en el olvido, mientras un invierno prometedor deja notas de aviso en el otoño que se aferra con vehemencia al alma y de nuevo Nostalgia deja su firma en notas creativas de domingos taciturnos y tazas de té humeantes.

Rojos sobre ocres tiñen los jardines, árboles aparentemente muertos, sin hojas, vestidos de frutos rojos pasión, granadas repletas de rubíes que explotan al morderlos, naranjas clementinas cubren los puestos de las fruterías, en primavera quedó prendido el perfume de las que fueron sus flores, habrá que esperar que la ruleta de una vuelta más para volver a envolverse con su aroma.

El jazmín pierde con pereza sus últimas flores, y en la playa ya no quedan más que las conchas que el mar arrastra cada noche. Chocan las olas contra la escollera y los barcos esperan que amaine la tormenta. Apenas quedan huellas del verano que partió hacia el otro lado del mundo mientras el otoño cubre con su manto los pétalos de jazmín que se esparcen por el suelo.

Ha llegado Otoño, de nuevo, y otra vez trae en la maleta recuerdos de ocre, nostalgias naranjas, momentos de chocolate caliente y sueños como rubíes de granada, dispuestos a estallar en el paladar de quien quiera saborearlos...

Besos y sed felices

viernes, septiembre 26, 2008

Mientras duermes


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Mi mano recorre distraída el contorno de tu espalda, mientras duermes. Mis dedos pasan por suaves colinas de piel como seda, que se estremece con el tacto... Mis ojos se pierden en el canela de tu torso desnudo, dibujando besos que mis labios acaban por darte, en un suave roce con sabor a deseo y ternura... Tú te giras distraído y en tus sueños murmuras palabras inteligibles, abrazándome y amoldándome a tu silueta y yo me dejo mecer en el calor de tu dulzura, impregnada de amor sin aditivos.

Siento tu respiración suave y regular en mi cuello y sigo con mi mano el recorrido de tu brazo hasta alcanzar la tuya, cogiéndome a ella, abrazándola entre mis dedos, notando su fuerza, ahora dormida. Tu otra mano se distrae en mi cintura y me rodea, me acerca un poco más a ti, juguetea en las curvas de mi cuerpo, haciéndome cosquillas.

Te giras, y como si yo fuera una parte de ti, me giro contigo, dejando mi cabeza apoyada en tu pecho, escuchando el eco del latido suave de tu corazón. Ahora mi mano hace surcos entre el forraje de tu pelo corto, paseando después por tu nuca, rodeando tu cara, y acabando por dibujar con mis dedos el perfil carnoso y dulce de tus labios. Bajan por tu barbilla y se quedan en tu pecho, deslizándose suavemente hasta tu vientre, entreteniéndose, saboreando la caricia que tu piel les devuelve transformada en cálida delicia.

Te giras otra vez... Mi mano recorre distraída el contorno de tu espalda... mis ojos se cierran lentamente.... Mis dedos pasan por suaves colinas de piel como seda, lentamente, lentamente...

Besos y sed felices

martes, agosto 19, 2008

Me divierte


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Prefiero pensar en la forma en que tus labios pasean por los míos. Es más entretenido cuando tu mano no sabe muy bien si acariciar o abrazar y tus ojos se quedan inmersos en mi mirada.

Sí, sin duda es mucho más divertido cuando pierdes la noción de lo que andabas diciendo sólo porque mis labios rozan los tuyos y en un desliz de tu boca se te escapa el romanticismo que no sabes esconder.

La verdad es que me divierte ese momento en que te quedas en silencio, y envuelves con tus brazos mi cuerpo, y entonces dices algo totalmente trivial, mientras tu mente anda pensando la forma de la siguiente caricia, y yo me dejo, haciéndome la inocente, aunque tú, no sé por qué, nunca te crees mi inocencia.

Me haces reír cuando intentas explicarme algo importante y, súbitamente, pierdes el hilo de la conversación al notar que mis dedos traviesos andan dibujando los límites de tu piel. Dejas caer entonces tu mirada en la mía y te quedas en silencio. Yo, divertida, te animo a proseguir tu discurso pero es causa perdida, pues ya tus labios abordan mi sonrisa y he de entregar mis naves a tu deseo.

Me divierte cuando marcas el espacio entre ambos para luego, a escondidas, recorrerlo. Mientras duermes, me presientes a tu vera y te aferras a mi cuerpo como si creyeras que fuera a huir. Luego te arrepientes y me sueltas y soy yo la que, mimosa, me hago hueco en tu pecho.

Mira que me gusta cuando te quedas callado mirándome, pensando que yo no te veo, y vas desgranando cada parte de mí, hasta hacerla tuya, paladeando en la distancia la piel que no te concedo.

Confieso que me dejas sin sentido cuando interrumpes nuestra conversación y nuestro paseo para recorrer con meditada paciencia cada milímetro de mi boca con tus labios, al tiempo que me ciñes a ti, y ensayas con ternura infinita una estela de besos y caricias entre la isla de mi sonrisa y el litoral de mi cuello.

Me divierte saber que te pongo nervioso si, distraída, dejo que mis caderas se alíen con la música. Se pierde tu mirada en el límite entre mis piernas y la escasa tela de mi falda que, tramposa, no te deja adivinar el secreto de mi lencería, y celoso, mi escote no da tregua a tus ojos. Te deshaces en ese instante por liarte en el juego de mi talle esquivo. Me encanta provocarte sin mesura, saberte rendido a mis caricias, perdido en mi boca, sediento por beberte mi cuerpo entero.

Admito que adoro esa mirada con la que me recorres cada vez que me acicalo con estudiada picardía, para entretener tus sentidos. Disfruto, no sabes cuanto, ese desliz de tus manos golosas por probar nuevas texturas, y ese paseo de tu nariz por mi cuello, adivinando el nuevo perfume con el que pretendo seducirte de nuevo. No podría negar, aunque quisiera, que resulta tremendamente divertido dejarte sin palabras, un poquito desarmado, cuando abro la puerta y descubres que hoy decidí no ponerme vaqueros.

Me entretengo contando el tiempo que persiste tu resistencia, observando como luchas contra el arrebato de besarme sin asueto. Voy instigándote como la que no quiere la cosa, dándote argumentos para rendirte a tu deseo, y luego alejándome los milímetros justos para que no llegues a rozar la frontera de mi boca. Vuelvo entonces a la carga, con nuevas armas, y me demoro a conciencia en caricias y quebrantos de tu paciencia, me encanta ser un poquito traviesa, y esa mirada tuya pidiéndome clemencia, mientras mojas tus labios con la lengua, saboreándome como una golosina, justo antes de comerla. Es en ese instante que bajo la guardia de mis puertas, cedo a tus envites suavemente y te entrego mi reino, desplegando a tu paso, estandartes de caricias, allanando tu camino con tapices de placer.

Verás, ya sé que no es ningún secreto decirte que me divierte tu sonrisa pícara cuando intentas una diablura. Adivino la intención en tu mirada, me hago la despistada, tú crees que es batalla ganada y es entonces cuando a traición deshago tu coartada, venzo a besos tu osadía y abdico ante tus caricias.. Tu lo sabes, sabes cuanto me divierto y acéptalo, no lo niegues, que yo sé que tú también te diviertes...

Besos y sed felices

viernes, agosto 08, 2008

GoTan

Adriana Varela - A...


Latidos de comparsita, sonando bajo los pliegues de tu pecho, el porte recto, la mirada fija en ella que adelanta el paso, largas tabas apenas cubiertas, tacones de aguja que resuenan en la tarima y el bandoneón con pereza deja caer los compases que aceleran tu pulso.

Te acercas, te alejas, y el mestizo acompaña al bandoneón, de la misma manera que sus tacones merodean tus pasos hasta que tu mano se enrosca en el talle de su cintura y la atraes hasta vos.

Desaparece el gentío, y solo el canto desgarrado de quien recuerda a Malena, mientras sus ojos de hembra se clavan sin piedad en tu mirada y en un desliz tus labios intentan besarla, pero ella hace una quebrada, las caderas marcando, y gira sobre sus tacones para dejarte plantado.

Voltea el budín sin parar sobre la punta de sus pisantes, coqueta, buscándote. Le agarras la barbilla y la obligas a mantener el embroque y ella seductora se deja llevar, envolvés su cuerpo en tus brazos y fiel al fueye, seguís el paso, casi enamorados.



Flamea la pollera de ella y vos dibujas un ocho, agarrando bien su cuerpo, sigue grave el bandoneón el candengue de tus pasos, y es puro fuego tu mirada, pasión de arrabal, una vuelta, filigranas que suben el calor, mientras el brazo como una serpiente se enrosca en el talle.

Cerrando los ojos, se deja llevar por los violines que hablan de amor y otras dudas al acordeón, entregada en tu abrazo, como una sombra, te persigue a cada compás.

Tango arrabalero, de mil noches y estrellas, sangre de sur en tus venas, el fueye que rezonga esperando a la pebeta que te robe el corazón. Tango de barrio viejo, de Pompeya, seductor, sensual apasionado.

Naciste para bailar tango, y es el tango como tu historia de amor, que te arrastra, te domina, y como endemoniados tus pies siguen el ritmo que marca el bandoneón. Aprendiste a amar con tango y con tango aprendiste a llorar, son de milonga tus besos, tu corazón late en cuatro por ocho y el alma empeñaste por bailar con esa mujer.

Sos de tango, no lo negués que el alma ya te clama por el canto de un bandoneón, que los pies se pierden en la comparsita y otra noche más, bajarás desde Corrientes a Callao, latidos de cuatro ocho en las venas, que no decaiga el compás, que vos sos tango y el tango es vos.



Besos y sed felices

Me permití el lujo, con vuestro permiso, de tender un puente que cruce el "charco" entre Valencia y Buenos Aires...

lunes, julio 28, 2008

Djemaa El-Fna




Como una dama misteriosa, de día es una, de noche, otra. Es de día la dama discreta, atareada. En el centro sus siempre presentes carritos de zumos y los encantadores de serpientes. En sus calles la algarabía del zoco más puro, gente que va y viene con sus compras, el sol clavándose en la piel de quien la cruza, y ella serena, tranquila, dejándose querer con la elegante pasividad de una dama de alta sociedad.

De noche deja sus modales para mostrar su verdadero semblante, se engalana de fiesta, su corazón se llena de tambores que resuenan en la distancia, flautas, bailes, gente de un lado a otro. Las mesas llenas de comensales que cenan al aire libre, pura fiesta es su verdadero rostro, el alegre, el nocturno, la que se entrega a quien quiere amarla y es imposible no amar a la más hermosa, La Joya, como su propio nombre dice...

Te echo de menos, Djemaa, deseo pisar tu suelo, acercarme a por un zumo en el 58, reírme con los amigos que allí esperan, pasear de noche por tus calles, mirar las estrellas desde tu cielo y amarte otra vez, una y mil veces de nuevo. Te añoro como si siempre hubiera estado en ti, como si parte de mi alma te perteneciera, y es difícil saber que no puedo dejarme embaucarme por ti esta vez. Te anhelo como quien extraña a un amante y a un amigo, sueño noche tras noche con tu voz, la voz de mil voces revueltas y entreveradas en mil cantos, mil tambores, mil melodías intrincadas en tus venas, convirtiéndose en tu propia sangre, en tu propio latido. Me parece percibir tu aroma, el olor a caballos esperando con sus carruajes, al humo de los mil fuegos, a platos recién cocinados, a especias y a noches de desierto.

Quien te ama una vez, no puede dejar de quererte nunca. Quien una vez te pisa y te siente, se queda ligada a ti. Tú te esparces en mil corazones, te ciñes con fuerza al alma de quien osa besarte. Y es imposible, Djemaa, olvidarte, por más que me halle en la otra parte del mundo, aunque mi cuerpo esté a miles de kilómetros de ti, siempre hay un pedazo de mi corazón amarradito a tu esencia. No puedo y no quiero dejar de sentirme parte de ti y, aún cuando no pueda pisarte, ten por seguro que mis pies estarán extrañándote y a cada paso, nombrándote, como una letanía: Djemaa El fna, Djemaa El fna, Djemaa El fna...







Besos y sed felices

miércoles, julio 09, 2008

El Gato y la estrella



Era una noche clara. La luna dejaba caer sus rayos, como pétalos de rosas blancas, sobre los tejados de la ciudad. Como cada noche, un gato de pelaje azabache y ojos brillantes y vivarachos, seguía sigiloso el camino que la luna marcaba con sus haces de luz. Buscaba la mejor atalaya para observar la noche.

En esa porción del firmamento, donde las estrellas duermen, un lucero se demoraba, llegando tarde a su cita con la noche. Era una estrella brillante, ni muy grande ni muy pequeña, de hermosos destellos rojizos y rebelde por naturaleza. Salió de su guarida, por un rincón secreto del cielo, sin que la vieran, y corrió por media bóveda, para colocarse en algún lugar donde otear tranquilamente la tierra.

El gato, miraba despistado el movimiento de los astros, la luna grande y jugosa, parecía una naranja en su punto de madurez. Esa noche no había aviones incordiando con sus luces. De pronto la vio, hermosa y destellante, correteando por medio cielo, a sabiendas de que ya era tarde. Se quedó embobado mirándola. Desaparecieron las demás estrellas, hasta la luna pareció volverse nueva. Sólo en el cielo estaba ella, con sus mil centelleos de colores, con esa sonrisa que sólo las estrellas tienen. Ella, desde allá arriba, se notó observada y paró su vuelo sin darse cuenta que casi choca con un lucero mucho más grande que ella. Vio al felino allá abajo, negro como la noche, su noche, mirándole con los ojos más brillantes que jamás hubiera visto, y no pudo seguir su camino, en cambio bajó un poco, y un poco más, sin darse cuenta, fue descendiendo hasta quedarse justo a la altura de la nariz del minino.

Se quedaron mirándose a los ojos, como si ella encontrara un nuevo universo y él, un nuevo hogar. Él ronroneaba apenas sin darse cuenta. Ella emitía dulces rayitos de luz en colores inimaginables. Si ella, súbitamente se dejaba llevar por la brisa, él daba dos o tres pasitos hasta volver a estar a su vera, ambos hipnotizados, rendidos a sus miradas.

Se dijeron tantas cosas sin palabras, se regalaron tantos besos sin llegar a rozarse, se concedieron tantos y tantos deseos, que hasta la luna de emoción lloraba, y el sol se demoraba en su escondite, por no romper el encanto mandando a la noche a su casa.

Nunca hubo noche más larga ni más hermosa que aquella. Los demás astros iluminaban con alevosía y esmero la escena. La luna cantaba, con su voz de imposibles armónicos y notas aterciopeladas, baladas tan hermosas que en todos los rincones se oían besos esquivos y abrazos traviesos. Y mientras, el Gato y la Estrella se demoraban en sus miradas y sus cariños, él cada vez un poco más separado de la tierra, ella cada vez un poco más alejada del cielo.

Pero nada es eterno, ni siquiera la noche más dulce de la historia. El día pedía permiso con timidez para ocupar su puesto. Las estrellas, agotadas, se iban yendo, una a una, hacia sus lechos. Hasta la luna tuvo que desistir, tras un apasionado encuentro con el sol, y marchar a dormir.

Sólo quedaban él y ella, que no podían separarse, por más que quisieran. Fue en ese instante que ella, haciendo caso omiso a toda ley de Cielo y Tierra, sacó un haz de luz hermoso y brillante de una de sus puntas, y se lo regaló al gato, que, nada más colocarlo en su lomo, sintió como era un poco menos gato alzando un poco el vuelo. Ya no le quemaba el roce de la piel de fuego de la estrella y pudo besarla suave y lento, ronroneando todo el tiempo. Fue entonces que él le dejó a ella un poco de su pelo, y entonces la estrella sintió que sus puntas tocaban el suelo, que podía andar y abrazar al felino sin peligro. Y así estuvo abrazada a él tan fuerte y tanto tiempo, que él creyó convertirse en lucero.

Después se miraron de nuevo, largo y tendido. En el cielo todos los astros se preguntaban que ocurriría entonces. En la tierra se oían maullidos y ronroneos, marujeando sobre el destino de la pareja.

Tras volverse a decir mil cosas sin hablar, comenzaron a caminar, lo suficientemente alto como para no tocar la tierra, lo suficientemente bajo como para no llegar al cielo. Se alejaron caminando hacia el sol poniente, ella con aire de felina, él con destellos de lucero, dejando entre tierra y cielo un rastro de besos...

Besos y sed felices

viernes, junio 20, 2008

Noche Improvisada


La noche les cogió por sorpresa. La luna, ausente, escondida en algún lugar de su reino, espiando sin dejarse ver. Las estrellas, bailando sonrientes, en un cielo especialmente decorado para ellas.

Desde la frontera entre el sueño y lo real, se dejaron caer por un camino secreto, hasta un refugio junto al mar. Con el faro haciendo de carabina y el mar de cómplice, se enredaron en conversaciones triviales, mientras sus ojos conversaban aparte. Las manos, por cuenta ajena, exploraban nuevos horizontes, entre piel y cariño, dejando a un lado la timidez. Sonaba, como música de fondo, las risas que se desprendían, como frutas maduras, de sus palabras aleatorias.

El reloj perdido y olvidado en algún lugar. Ni tan siquiera se molestaron en rogarle que no marcara las horas. El mar, espejo de sus enredos, acariciando las rocas, al igual que las manos de él, reconociendo cualquier espacio de piel que ella les concediera, jugando con la calidez de algún beso fortuito.

Dado que ellos preguntaron por ella, la luna, dadivosa, se dejó ver, cálida y rojiza, colgada de una esquina del cielo, prodigando su magia. Pasaba por allí la brisa marina, traviesa, provocando que él se arrimara un poquito más a ella, y que ella se acurrucara, como quien no quiere la cosa, en el hueco de su pecho, dejándose mecer por el momento, mientras él acariciaba con el vértice de sus labios, la frontera de su cuello.

La noche se alargaba, y el peligro de perderse irremediablemente se hacía patente, así que optaron por volver a la realidad de sus vidas. Pero hay cosas que escapan de cadenas racionales. El camino, tramposo y aliado de aquel momento, les arrastró hasta un rincón donde el cielo les regalaba todas sus estrellas y un hermoso amanecer.

Con el escenario preparado y la música rompiendo silencios arduos, él se dejó abrazar, como si siempre hubiera ocupado el regazo de ella. Y ella acarició su cara, su pelo, sus labios, como si sus dedos ya hubieran recorrido ese sendero mil veces. Jugaron, se regalaron sonrisas, se miraron y en algún momento desprevenido, sus labios decidieron abrazarse, y en algún lugar la luna sonreía traviesa, mientras el cielo se volvía fuego.

Dejaron sus palabras triviales durmiendo, dejaron que fueran sus ojos los que hablaran, que sus manos se embrollaran, que sus labios se confesaran secretos. El reloj recordaba su presencia, el amanecer conquistaba terreno a las estrellas, pero ellos sólo prestaban atención a la distancia que separaba sus labios, a las confidencias entre piel y caricias, a mirarse y reconocerse para volver a besarse.

El tiempo ya no daba tregua, y fue preciso despedirse, y que difícil separarse cuando no hay parte en el alma ni en el cuerpo, que no desee otra cosa que seguir abrazándose...

El día, definitivamente ganó su batalla a la noche, y entre estrellas quedaron, guardados hasta su regreso, sus palabras, sus silencios, sus caricias y sus besos...

Besos y sed felices

jueves, junio 05, 2008

El afilador

Pasa el afilador por la calle. Es inconfundible. Hace sonar su armónica de plástico. Ese dato es suficiente para reconocerle, aún así, de vez en cuando se oye: “¡El afilador!... ¡Ya está aquí el afilador!”. Pero ya no es su voz la que grita ni su armónica la que suena. Es todo una grabación que se repite desde el cd del automóvil con el que se pasea ahora.



Recuerdo las mañanas de verano en la playa, cuando escuchaba al afilador pasar... Iba en una bicicleta a veces, otras, en una motocicleta, una italiana que ahora no me viene a la cabeza, de chasis rojo, y con la máquina de afilar en la parte trasera...

Recuerdo el sol, ya calentando a las diez de la mañana. Mi bikini rojo con rayas blancas unas veces, otra el azul. El desayuno en la mesa de la terraza, mis primos ya bajando a trotes por las escaleras, para ir a la playa, mi madre diciéndome: "acábate el desayuno o no irás a nadar". Y la armónica del afilador, de repente, mágica.

Siempre bajábamos a ver a aquel misterioso personaje, con su motocicleta roja y su armónica de plástico, de brillantes colores, con su barba de cuatro días y su pelo cano, y ese bigote que bailaba con el aire de su instrumento... Sonreía y enseñaba sus dientes amarillentos y el diente de oro brillando con el sol.

Las vecinas bajaban a la calle, cuchillos en mano, y él iba afilando, las chispas saltando de la máquina, mientras él les regalaba los oídos. De vez en cuando se quedaba solo y volvía a su música repetitiva, siempre la misma melodía con pequeñas variaciones. Luego se alejaba, pero su sonido seguía oyéndose durante un largo rato, hasta convertirse en parte de la banda sonora del día, como lo eran los cantos de las gaviotas o las olas rompiendo en las rocas del faro.

Hacía tiempo que no oía al Afilador pasar. Cada vez que oigo su armónica, recuerdo aquellos días de verano, el jazmín florecido en el frontal de la casa, trepando por sus paredes, las rosas, grandes como puños, junto al jazmín, las margaritas de la entrada, que siempre deshojábamos haciéndoles preguntas que sólo ellas podían contestar. Las pavías en el árbol de atrás, los nísperos, ya sin sus frutos, donde siempre trepábamos en busca de aventuras, inventando historias a imagen y semejanza de los libros de “Los cinco”, que siempre leíamos.

Les coques de dacsa, les mandonguilles para la paella y mi abuela riñéndonos por robárselas, mientras reía entre dientes; las cebollas en vinagre de la cocina, el aceite de oliva que picaba, mi abuelo, en la marquesina de delante, contando sus mil historias, las bicicletas, dando vueltas alrededor del chalé, las puertas de todas las casas abiertas, la escalera, con el ruido aflautado de sus peldaños, cuando alguien subía o bajaba. Los pies negros, de andar todo el día descalzos; la arena caliente y el mar, la bandera (verde, amarilla o roja) que subíamos a ver desde la terraza, para decidir si nos llevábamos o no la colchoneta. Mi padre mis tíos, y mis primos, yendo a las rocas con el equipo de buzo, los pulpos que un día trajeron y que a mí me asustaban con sus tentáculos (ya creía que iban a ser como los de Julio Verne en cualquier momento). El galán de la noche perfumando el atardecer, y el jazmín, otra vez, siempre, aquel jazmín... El verano tiene aroma de jazmín.

Besos y sed felices

martes, mayo 13, 2008

Por todo esto

Porque hay veces que el alma se desborda, que el corazón se desgrana y las lágrimas asedian los ojos. Porque hay momentos en que la vida desfila ante la mirada ingenua y trae el aroma de aquellos tiempos.

Porque a veces no se puede eludir el deseo, ni la ilusión olvidada, porque aunque se piense que se ha perdido la capacidad de amar, hay cosas que no cambian.

Porque una voz alegra el alma y la entristece, porque una sonrisa vence cualquier barrera, porque un abrazo inédito no deja obviar otro viejo, porque hay sombras de antiguos besos en besos nuevos.

Porque el tiempo no pasa en balde, porque las cicatrices punzan, porque a duras penas se alza el vuelo con tanto peso y hay días que el frío congela los huesos.

Porque hay tanto que extrañar, que ya sólo se extraña, porque hay más ausentes que presentes, porque hay tantas fechas rojas en el calendario y ninguna verde, porque se pierde la esperanza entre tanta mala suerte.

Porque hay días que andar es más complicado que otros, y hay noches que la cama parece más grande, porque no siempre los parches tapan los huecos, porque hay veces que el vino no acompaña a las rosas.

Porque la primavera a veces parece otoño y el sol no calienta lo suficiente, porque las luces no alumbran las calles ni el camino a un destino decente, porque los dioses parecen reírse y este viento no cambia, no trae un buen presagio, una sonrisa, un corazón latiente.

Por todo esto hoy brindo, con lágrimas dulces, recuerdo de otros amaneceres. Brindo con la ausencia de las sombras. Ahora que todo está perdido, no hay por qué temer a la esperanza.



Besos y sed felices

martes, mayo 06, 2008

Yo bajaba a la arena

Yo bajaba a la arena, los pies descalzos, la melena suelta.
bajaba a la arena y la luna redonda, de argenta pintaba mis huellas.
Mis pies el agua rozaban, la espuma blanca, la noche clara
la arena de seda, mis pies abrazaba y el mar me llamaba.
Yo bajaba a la arena, buscando tus besos, soñando tu vuelta
bajaba a la arena y mis lágrimas hacían charquitos de estrellas.

Las olas hilaban vestidos de sal para mi piel desolada
inventando caricias, suscitando el recuerdo de tus manos complacientes
tus besos candentes, tus dulces palabras, tu mirada templada
entre las olas envuelta, limpiando los restos de tus mentiras displicentes

Yo bajaba a la arena, la brisa en mi falda, la triste mirada
bajaba a la arena y el mirar de tus ojos en mi alma dejaba mella
mis manos tu piel descifraban, el silencio, la mar templada
la luna a sabiendas callaba, y tú me abrazabas, en silencio lloraba.
Yo bajaba a la arena, creyendo tu amor, que absurda charada
Bajaba a la arena y entre conchas perdía la luz de tu estrella.




Besos y sed felices

jueves, abril 03, 2008

Y qué le vamos a hacer


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Y qué le vamos a hacer, si la vida se empeña en parecer una noria, si en este giro de tuerca hemos vuelto a aquel momento donde la sonrisa parecía eterna.

Que le vamos a hacer si tú no me olvidas y yo no te convierto en ceniza, si nuestra historia no acabó y quedó suspendida, y ahora se nos revuelve el recuerdo, se nos desboca el sentimiento por volver a vernos.

Que le vamos a hacer, dime, si tus ojos se llenan de sonrisas, si mis labios regresan casi a ciegas, al hogar de tu boca. Si hasta parece que el hueco de tus brazos fue hecho para abrazarme, si no puedes dejar de besarme ni aun cuando intento frenarte.

Tengo mil preguntas sin respuesta, y esta extraña sensación, como si no hubieran pasado estos años, como si el reloj se hubiera parado durante este tiempo, esperando la réplica a tu ausencia, la razón de tu hégira que ahora comprendo menos todavía.

Me queda la duda y tu fantasma, que de a ratos se vuelve tan real que se me olvida que te desvaneciste de mi vida, que ya no he sabido amar, que hasta la sonrisa quedó estancada en aquel espacio en que fuimos felices.

Que le vamos a hacer, si la fuerza me flaquea y me rindo ante tu mirada, si te sometes a mis besos, y vuelve otra vez la incertidumbre ante tu imagen, tal vez real, tal vez otro rayo de luna en una noche estrellada.

Quizá esta vez decidas no esfumarte, ser real y afrontar lo que nos pasa, no lo sé, pero el miedo me atenaza, pues no quiero hipotecar mi alegría por el hueco en tu regazo, no quiero derrochar lo ganado por los besos perdidos en el tiempo. No puedes venir sin más a zarandear esta paz que tanto me ha costado conquistar, ahora que tu sombra no alcanzaba el brillo de mis ojos, no me puedes pedir que vuelva mi mirada hacia ti. No me pidas que te perdone el tiempo que no he podido vivir, que olvide la muerte de mi alma, el silencio rebelde de las mariposas que ya no revolotean para nadie. Cómo osas volver a robarme el recuerdo, venir de nuevo a calentar los pedazos de este amor congelado.

No me preguntes que es lo que quiero, ni me digas que tu amor era sincero. Porque tengo miedo de andar el único camino que nunca pude recorrer. Déjame, si no vas a saber transitar conmigo, que me quede en este desierto frío, esperando un sol que nunca brilla. O dame tu abrazo y llévame contigo, si acaso tienes el valor que antaño no asumiste, para afrontar todo el cariño que un día dejaste resbalar, como agua, entre tus dedos.

Besos y sed felices

miércoles, febrero 13, 2008

Abrázame


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Envuélveme entre tus brazos, conviérteme en parte de tu cuerpo, deja que me oculte en tu regazo, que no quiero abrir los ojos y verte lejos.

Apriétame contra ti, estrújame con la fuerza de tu cariño, dime en este abrazo qué sientes, pues me hace falta concebirlo.

Cuando me abrazas me siento en calma, sé que puedo cerrar los ojos, dejarme llevar por tus brazos. Pierdo el miedo y me vuelvo invencible, el frío se queda fuera de nuestro mundo, el que creamos entre tu regazo y el mío.

Se lía mi cuerpo entre el tuyo, se queda mi beso acallado en tu pecho, se acunan mis sueños, mecidos en los tuyos, mi alma se confunde con la tuya y dejamos atrás lo que nos asusta, me deshago en ternura y te siento como el niño que sigues siendo, tu respiración fuerte, un suspiro ahogado y tanto por sentir, que hasta el corazón se encoge apabullado.

Ya no sé donde acaba mi cuerpo y empieza el tuyo, donde empieza mi alma y acaba la tuya, en que punto está el límite, la frontera que separa lo tuyo de lo mío, sólo sé que en este espacio inmaculado donde nos cobijamos, nada más que el sentimiento habita. Sólo sé que en este escondrijo del miedo, y reservado a la locura de amarte, es posible nuestro amor, aunque sólo sea por un instante, y luego se deshaga como los aros de humo, se esfume sin más, dejando en el aire este aroma, esta esencia de sentimientos entrelazados que dejo que me impregne, como me impregno de ti cuando te embrollas en mí.

Revuélvete conmigo, confundámonos otro ratito, que de a ratos es nuestro apego, vamos a bañarnos con esta dulzura que desprende nuestro abrazo, disfracémonos de la cercanía de nuestras almas, desnudémonos de los reproches y vistámonos con esta energía que desprendemos. Vamos a derrochar la alegría de tenernos en un instante, desboquemos el deseo y que nos asedie, sin fronteras para retenerlo. Abatamos los muros que un día nos impusimos, depongamos los límites y establezcamos un reino para la pasión, donde plácidamente nos deshagamos en agua de cariños con la que mitigar la sed de este afecto que por momentos dejamos descubierto.

Abrázame, quiero ser tu aprecio. Déjame abrazarte y obrarte mi cariño.


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Besos y sed felices

sábado, enero 26, 2008

Bésame



De entre el silencio y el sentimiento, de miradas que se cruzan y cruzan el fuego de una batalla inesperada. De las entrañas del alma cuando el alma desnuda se ofrece si es que hay quien sepa mimarla. Así entre una pausa y un acento nace un beso.

Y que distintos son los besos que dejan unos y otros labios, como la pasión que evocan que se hace efímera en unos y eterna en otros, y a veces un beso marca el principio de un nuevo sueño.

Dibuja sobre el tapiz de mi piel estelas de estrellas con tus labios, haz de mí la carta de tu cielo, llega despacio hasta mi boca y demórate en ella, abárcame con tus labios, envuélvete en los míos, déjate mecer en este mar que te ofrezco, accede por la puerta grande a mi corazón y llévate sin miedo sus secretos.

Poder saciar la sed en un ósculo perfecto, perder la noción del espacio y el tiempo, lentamente caer, rendirse al abrazo del alma y ser esencia en tu aliento, un eterno instante comprendido en dos momentos, un universo naciendo al abrigo de pasión y afecto, y parece tan escueto y es tan complejo, enmarañándose dos corazones, embelesados los sentidos, brota de tierra yerma el más espléndido de los edenes y hasta el mundo parece pequeño cuando un beso es sincero. Hasta el mismo sol se abate por no trabar este encuentro.

Como dejar constancia de lo que acontece entre alma y labios, corazón y cuerpo, si hasta las palabras parecen huir cuando dos bocas hablan sin rasgar el silencio, dejando entre tu piel y la mía un relato incompleto de amaneceres y crepúsculos, de noches estrelladas plagadas de sueños.

Hogar de mi lengua es tu boca, refugio de tu cuerpo mis brazos. Lecho para tus labios mi pecho, almohada de mis deseos tu regazo, cuando te beso. Bésame sin límite, que no haya fronteras para el sentimiento, libres por fin de todo impedimento, volaremos lejos, como Ícaro, sin temer que nuestras alas sucumban a nuestro fuego.




Besos y sed felices

sábado, enero 19, 2008

El silencio de la noche


... El silencio de la noche me dice una vez más que todavía queda mucho por andar. Y debo seguir la trayectoria de este tren que me lleva a alguna parte. Y tal vez sea cierto que en algún lugar te encuentre o que al final acabe siendo, después de todo, lo que yo siempre quise ser tal y como lo soñé.

He recorrido las vías sin miedo, en el camino se ha quedado tanta gente, tantos sueños, tantos buenos y malos recuerdos... Pero esta locomotora sigue su rumbo sin temblarle ni los rieles y yo sé que en la soledad de este vagón hay más de lo que a simple vista se ve. Yo sé que en los demás vagones viajan los que nunca se apearon, y en cada estación suben nuevos viajeros para acompañarme en este viaje.

A ratos la niebla no deja ver el paisaje y me quedo mirando mi reflejo en las ventanas, buscando inútilmente una respuesta. A veces escribo tu nombre en el vidrio pero la lluvia acaba por borrarlo y sólo te quedas en otro recuerdo más. Hay un nombre escrito y borrado en cada una de las ventanas de los reservados que he ido ocupando. Hay un sombrero cubriendo algún corazón roto en cada estación que dejé atrás.

Me quedo dormida con el traqueteo, apoyada mi cabeza en la ventana, me despierta tu beso dulce en la mejilla y me descubro envuelta en el refugio de tus brazos. Me sonríes al ver que sigo mirando adelante y vuelves a tu sitio, en algún lugar de este convoy. Viajas conmigo a donde quiera que esto nos lleve.

No pienses que estoy triste, es sólo que hay momentos en la noche en que el zarandeo no me deja dormir, hay momentos en que las preguntas se vuelven insidiosas y mi cabeza me repite una y otra vez por qué esa última estación no fue el destino que esperaba. Hay momentos en que noto que hace falta más leña en la caldera y el maquinista no parece darse cuenta. No creas que estoy bajando la guardia ni dejándome arrastrar, que va, estoy simplemente mirando el trayecto recorrido, por si hay pistas de cuando llegaré a mi destino.

Besos y sed felices

sábado, enero 12, 2008

Evolución




Y se desnudó, como la serpiente que muda la piel, dejó caer una a una las capas del recuerdo, entregando al olvido lo que no era menester seguir recordando.

Se despojó de dolor y falsas tragedias, se limpió de aquello que le robaba la sonrisa y se mostró, frente al espejo de su alma, con la franqueza que otorga la desnudez.

Se ofreció entonces a su vida, como la mejor de las ofrendas, sacrificando en el acto los malos momentos. Enterró en el altar los pedazos de corazón. Quemó en el fuego sagrado las mentiras que no volvería a atender. Se dejó caer en el agua sagrada y renació, abriendo sus manos a nuevos destinos, mirando con ojos limpios el paisaje, como si jamás hubiera mirado.

Cerró el baúl de la culpa, perdió entre la arena cada una de las pequeñas piedras que lastraban su vuelo y sintió el agudo dolor en la espalda cuando sus nuevas alas se desplegaron extraordinarias, hermosas, hechas de nuevos sueños, de esperanzas renovadas.

Recogió de las cenizas del pasado, un nuevo corazón más fuerte y generoso, y desenterró del fango una ilusión creciente que iluminó el camino por el que sus pies empezaban ya a transitar, y con la honestidad de concebirse ella misma, sin disfraces, esperó el amanecer de una nueva era....

Besos y sed felices