jueves, octubre 25, 2007

Amar



Mi cabeza anda preguntándose que es amar.. Y por más que intento darle explicaciones, ella, tozuda, insiste. Y yo merodeo la pregunta, la revuelvo y acabo encontrándome ante un muro hecho de interrogantes sin respuesta y queriendo saber si acaso pude perder la capacidad para amar en el camino. O si alguna vez he amado, lo que se dice amar, amar con el alma, o con el corazón.

Como se puede saber si todavía existe la posibilidad, si a pesar de tantos errores o caminos equivocados, aún hay algo dentro capaz de sentir mariposas revoloteando en mi interior. Tal vez la equivocación no fue amar o entregarse, tal vez nunca he amado realmente. Y cómo se puede saber que una sabe lo que es amar si ni tan siquiera puedo saber si alguna vez he amado.

A fuerza de caerme una vez tras otra, ahora siento miedo, tanto tanto miedo que ni siquiera sé si puedo amar. Y aquí ando, lágrima en mano, el corazón perdido en las batallas, la lluvia cayendo y yo buscando respuestas donde no las hay.

Se me remueve algo dentro cuando me besa, sus abrazos son el refugio donde quisiera vivir mi vida, pero no sé que siento, ni tampoco que voy a sentir o si al sentir lo que siento a la larga acabaré amándole.

Más que nunca camino a ciegas, tropezando en el camino con mis propias torpezas y la duda en el alma, y mi huequito de corazón palpitando, a veces ensanchándose, otras, en cambio, achicando, doliendo como la muela del juicio ¿será que está naciendo un corazón nuevo?.

Ahora que parece que él camina hacia delante, dejándose llevar, aunque con reservas, soy yo la que se queda paralizada en esta oscuridad, rodeada de mil dudas, de mil miedos, hasta de los celos que nunca concebí, y en este entreacto dudo de mi capacidad para sentir y vuelvo a tropezar con mi confusión, el frío se apodera de mi y pienso que tal vez no sea capaz de librar esta batalla...

La batalla del amor, del sentimiento a puro fuego, dejando a un lado la razón, entregarse a una caricia y dormirse en el cálido lecho de un beso dulce. Sentir que el sueño de él llega con mi abrazo, que podría quedarme eternamente en su mirada, sin palabras, y pensar que podría ser éste el camino que he estado buscando toda mi vida... Y tengo miedo, mucho miedo, tanto que me encoge el alma y llena todos los espacios vacíos de mil preguntas sin respuesta, quiero saber lo que nadie puede decirme, andar diez pasos por delante de mis pasos, y en el empeño caigo al suelo, aunque en esta oscura sala noto que no estoy sola, que es su mano la que para mi caída. A pesar de sus miedos, él no se ha ido, sigue a tientas buscando sus propias respuestas, pero no puedo evitar estar a la espera de su partida y ese es sin duda mi mayor miedo...

¿Y si no sé amarle, después de todo?¿y sí acabo haciéndole el daño que prometí no hacerle? Mis manos acarician su piel como si fuera el más delicado lienzo, mis besos se posan en sus labios como mariposas, apenas rozando por no despertar sus miedos. Y mientras duerme, y le oigo respirar, lentamente mi alma evoca dos palabras y cinco letras que mi boca no osa pronunciar, en cambio mi mente vuelve a preguntar por enésima vez, qué es amar...



Besos y sed felices

jueves, octubre 18, 2007

Buster, La General y yo



Cuando era pequeña me sentaba, a eso de la media tarde, delante de la tele, sin nada más que hacer, aparte de jugar. Era habitual entonces que a esas horas, y dentro de la programación infantil, pusieran películas de cine mudo. Me encantaban. Me quedaba embobada mirando la pantalla. Recuerdo aquella escena del mítico Harold Lloyd colgado del reloj... pero también recuerdo a aquel chico de mirada triste, Buster keaton, al que las cosas le salían peor todavía que al mismísimo Charlot. Recuerdo, sobretodo, “El maquinista de la General”. En aquella época mi juguete favorito era una locomotora de hojalata, que hacía el ruido del tren y pitaba, girando sobre sí. La General era aquella máquina y Buster su conductor. La verdad es que yo no sabía entonces mucho de guerras ni de hombres de uniforme, pero sí tenía claro que yo quería, por encima de todo, conducir aquella preciosidad. Me imaginaba junto a Buster, echando carbón a la caldera, o intentando, por encima de todo que no la dañaran. Me imagino sentada junto a él en el riel de las ruedas, mientras la máquina se pone en marcha, improvisando un balancín para animarnos después del rechazo de su novia.

Buster se pasa casi todo el tiempo intentando recuperar a sus dos amores: a Annabel porque si no es del ejército, ya no le quiere, y a la General porque unos desertores se la han robado. Y así, entre intentos fallidos, que al final salen bien, como el del cañón, que casi se dispara contra él mismo, como un auténtico antihéroe de los que ya no hay, recupera a Annabel y salva a la General, entrando triunfante en la estación, mientras ella, orgullosa e imponente, va dejando una hilera de silbidos y humo. Y mientras, yo, con mis ojos infantiles, mirando de hito en hito la pantalla, respirando acelerada, allí, en el suelo, sentada en la moqueta y abrazada a la locomotora de hojalata... y sonriendo porque, en aquellas películas, siempre había un final feliz.

Besos y sed felices

Este relato ya tiene tiempo, pero prometí a Enttropia que lo publicaría para que lo pudiera leer, así que lo prometido es deuda.. Besos a todos.

viernes, octubre 05, 2007

El día que fuimos felices


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El día que fui feliz no sonaban violines y tampoco había un arco iris en el firmamento, no vi florecitas lloviendo por doquier ni el cielo se volvió de mil colores.


Andaba a dos metros del suelo, y las estrellas parecían estar a mi alcance. El mundo estaba en mis manos y la música sonaba para mí.


Cuanto tiempo hacía que no recordaba cuando jugaba en casa de Alex a indios contra vaqueros, yo siempre era india y le robaba su caballo balancín para galopar por llanuras imaginarias. Él protestaba porque también quería ser indio. Y aún así siempre era yo la que cabalgaba a lomos del brioso corcel, la que jugaba con sus tesoros más preciados. Era mi amigo y aunque a veces le hacía llorar, siempre estaba dispuesto a volver a jugar conmigo una vez más...


Recuerdo ahora cuando, mucho antes, jugaba con Félix mientras mis padres cenaban con los suyos. No acababa de entender por qué él poseía “aquello” y yo no... Teníamos cuatro años y pasábamos el día haciendo carreras de coches.


Años después conocí a Alberto en Santander y nos hicimos inseparables durante el tiempo de mis vacaciones. De aquello sólo me quedan sus fotos y a veces me gustaría saber cómo encontrarle para recordar cuando yo empuñaba la espada y él el puño de Mazinguer Z.


Ahora mi niña, siempre buscando con quien jugar a piratas, se ha salido con la suya y tiene un cómplice para sus diabluras. Y no es la primera vez que se encuentra con un compañero de juegos, pero esta vez ha vuelto a recordarme que hubo una vez en que la vida siempre sonreía para mí.


Mi niña ha decidido imponerse a ratos a mí, se viste de demonio y sale dispuesta a quemar la ciudad, y ha encontrado a un compinche que acepta sus travesuras, y me pregunto como es posible que no me diera cuenta el día en que fui feliz, bailando bajo la lluvia sin más preocupaciones que el no dejar de sonreír, corriendo para ser la más hábil en los coches de choque, apostando el honor por un trago largo de cerveza y dormirse arropada entre cariños y mimos.


Saber que no importa lo que diga o lo que haga, que si mis ojos lloran, estará para que dejen de hacerlo y lograr una sonrisa que dibuje el arco iris en mi mirada.


No sé como pude despistarme el día en que viendo a un ogro verde en una pantalla enorme, alguien se reía conmigo sólo para que yo dejara atrás mi tristeza.


Creo que voy a seguir despistándome mientras mi niña se va a jugar otro ratito a tu casa. Podríamos irnos a bailar sobre los anillos de Saturno, mientras llueven palomitas, tú serás luck y yo la Princesa Leya, tu serás Jack Sparrow y yo Morgan Adams y lidiaremos una batalla en alta mar, tú a bordo del Perla Negra y yo en mi Estrella de la Mañana, sable contra sable hasta que caigamos rendidos de la risa en colchones de plumas y luego brindaremos con un par de Pitufitas mientras vemos el sol salir.


Casi me despisto, que desastre, mira que es bueno tener amigos, no me dejes perderme el próximo día que seamos felices...

Besos y sed felices