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Anhelo cada instante en que tu mano paseaba, perdiendo la vergüenza, por las sendas que mi piel le ofrecía.
Echo de menos esa caricia que nos hacía temblar, ese momento en que dejábamos de ser dos para ser sólo uno.
Casi se me escapa la noción del dulce acento con el que adornas tus palabras. Extraño tus aventuras, con las que me robabas sonrisas, tu forma pícara de describir mi cuerpo con tu mirada.
Extraño los silencios en los que nos decíamos tanto... Me falta tu presencia a cada paso.
Se me olvida a ratos tus ojos dulces, el aroma de tu piel, tu paso felino, el dulce abrazo en que cobijabas mi cuerpo.
A veces no recuerdo quién eras, y peor aún, quién era yo cuando estaba contigo.
Quedan entre los rincones de mi casa, tus sonrisas olvidadas, tus besos abandonados, el momento en que quisiste perderte, aunque fuera un segundo, en el brillo de mi mirada.
En esta casa quedan las paredes y mi corazón, llenos de nada, vacíos de tí.
Ya no sé en que lugar del camino, entre tu corazón y el mío, quedó el cariño de tus abrazos, la osadía de mis besos.
No alcanzo a saber cúando se perdió, irreversiblemente, tu mirada de la mía.
He llegado hasta aquí y no sé cómo. He perdido la brújula de tu querencia, la luz de mi esperanza. Sólo se que aguardo, absurdamente, una señal de tu alma y así rescatar la mía.
Sólo espero a que vuelvas, y me salves.
Besos y sed felices
Isamar me ha regalado unas frases-complemento para este texto. Las he publicado en otro color para que así podáis leerlo completo. Gracias, Isamar.
Echo de menos esa caricia que nos hacía temblar, ese momento en que dejábamos de ser dos para ser sólo uno.
Casi se me escapa la noción del dulce acento con el que adornas tus palabras. Extraño tus aventuras, con las que me robabas sonrisas, tu forma pícara de describir mi cuerpo con tu mirada.
Extraño los silencios en los que nos decíamos tanto... Me falta tu presencia a cada paso.
Se me olvida a ratos tus ojos dulces, el aroma de tu piel, tu paso felino, el dulce abrazo en que cobijabas mi cuerpo.
A veces no recuerdo quién eras, y peor aún, quién era yo cuando estaba contigo.
Quedan entre los rincones de mi casa, tus sonrisas olvidadas, tus besos abandonados, el momento en que quisiste perderte, aunque fuera un segundo, en el brillo de mi mirada.
En esta casa quedan las paredes y mi corazón, llenos de nada, vacíos de tí.
Ya no sé en que lugar del camino, entre tu corazón y el mío, quedó el cariño de tus abrazos, la osadía de mis besos.
No alcanzo a saber cúando se perdió, irreversiblemente, tu mirada de la mía.
He llegado hasta aquí y no sé cómo. He perdido la brújula de tu querencia, la luz de mi esperanza. Sólo se que aguardo, absurdamente, una señal de tu alma y así rescatar la mía.
Sólo espero a que vuelvas, y me salves.
Besos y sed felices
Isamar me ha regalado unas frases-complemento para este texto. Las he publicado en otro color para que así podáis leerlo completo. Gracias, Isamar.