La primavera es el tiempo de las fresas y las cerezas. A principios de marzo vemos las primeras frutas rojas en las fruterías y nuestros instintos se disparan...
Me encanta la fruta roja: grosellas, fresas, cerezas, frambuesas... Las grosellas son como disparos de un intenso ácido en tu boca. Explotan al morderlas y te llenan la boca con su sabor y su zumo, provocando escalofríos. Me encanta esa sensación y me gustan con cava, pero ese es un pequeño vicio, propio de mi lado más sibarita.
Las fresas no son tan ácidas, pero me encantan, sobretodo porque aparecen con los primeros días más largos, con el sol que ya calienta, con las primeras mangas cortas, y las camisas de mangas 3/4 . Alegran los zumos de naranja por la mañana, me ponen el punto dulce (sin exceso) después de la comida, acompañadas con yogurt o nata... Son mis compañeras fieles de largas tardes, ya sean mezcladas con leche en batidos naturales, con un poco de azúcar o simplemente lavadas, y antes de dormir no hay nada como una fresa rebozada en azúcar, aunque haya que volver a lavarse los dientes. Tienen las fresas su punto de glamour cuando se hacen acompañar de champagne o se mezclan entre sabores de cocktail y granadina. Y antes de que el verano salude ansioso por llegar con su calor, las fresas se despiden, dejándonos su sabor agridulce en el paladar....
Las frambuesas, junto con arándanos, moras y fresas silvestres, forman el grupo de las frutas del bosque, con sabores entre dulces y ácidos, con notas de colores desde el rojo al violáceo, llegando al negro, con aromas a misterio y magia.... Se pueden encontrar todo el año, si sabes donde y tienen su encanto, pues su sabor varía desde el dulce casi empalagoso al ácido, el tacto es aterciopelado en las frambuesas, suave, como sedoso en los arándanos, terso y un poco punzante en las moras, y áspero en las pequeñas fresas silvestres, tan diferentes de sus hermanas de cultivo.
Y las cerezas... las cerezas tienen algo especial. He podido comprobar últimamente que es la fruta favorita de quien no le gusta la fruta. Son tan humildes, tan seductoras en su sencillez, y sin embargo descaradas y atractivas con su piel tersa suave y de rojo brillante, como de charol, cambiando de tonalidad desde el más vivo bermellón hasta el granate casi negro. Y sin embargo su zumo es casi púrpura.
Las cerezas no van solas, suelen ir de dos en dos, como si no les gustara la soledad. Penden de las ramas como pendientes hermosos y al morderlas explotan en la boca, llenándola de su sabor ácido al mismo tiempo que dulce. Saben a bosque, a campo, a días largos, llenos de sol, al preludio del verano, a las fiestas de las cerezas que hacen en los valles donde se cultivan, a las sonrisas infantiles, a gratitud...
Este año he tenido suerte y podido disfrutar de las mejores cerezas que he comido nunca. No me han faltado durante toda la temporada, pero el verano llega, impasible, apenas sí quedan dos semanas para su llegada, y con él, las cerezas se despiden hasta el año que viene, dejando con su sabor, un reguero de sonrisas, de esos pequeños momentos dulces y ácidos, que la vida te da...
De repente se me ha ocurrido que tal vez la vida sea como un cerezo, lleno de flores blancas que al cabo del invierno se vuelven cerezas y nos llenan de sonrisas que se van con el calor que trae con él sandías dulces y acuosas, para volver al otoño anaranjado de mandarinas y clementinas y el invierno otra vez con sus flores, preludio de un nuevo tiempo de días largos y sonrisas de cereza y fresa...
Besos y sed felices.
2 comentarios:
Las cerezas, o más bien los cerezos, son algo especial en el Japón. La flor del cerezo marca el final del invierno. Dura solamente unos pocos días pero cuando florece, el árbol completo parece como hecho de algodón rosa. En el Japón, que es un conjunto de islas que cubren desde latitud subtropical hasta latitud templada-fría, los árboles florecen primero en el sur, y hay como un frente florido que recorre las islas de sur a norte. Es tan espectacular que las noticias dicen en qué parte del país está el frente de la flor.
Cuando un parque está en plena flor la gente sale a los parques a celebrarlo con un picnic. Es tan popular que, durante las horas de trabajo, los compañeros de trabajo se dan turnos para guardar sitio de modo que puedan tener sitio para celebrar el picnic cuando salen del trabajo. Y el jefe les deja hacerlo porque él tampoco quiere perderse el picnic.
Vale, ya he dicho bastante, que este no es mi blog :-) Ahora paso al mío a contar mis aventuras de hoy.
Que curioso el frente de la flor... Los japoneses son únicos para esas cosas, cada día pienso más a menudo que en algunos asuntos estaría bien que les imitáramos...
Besitos y gracias por tu extenso comentario jejejeje.
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