martes, septiembre 25, 2007

Vuelvo a Granada


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Atardece, gira la autovía y la veo a mis pies, bajo el cobijo de la sierra imponente... Me da la bienvenida, siempre hermosa, vestida con sus luces que empiezan a encenderse y mi corazón baila a su ritmo, cuanto te he echado de menos....

Sus calles, su río, que me lleva a mi destino, camino de la Sierra, la plaza de Carretas por la que tantas veces he pasado, la calle Navas por donde mis pies van solos, directos siempre a un mismo destino donde poder ver esas caras conocidas de nuevo, los besos, los abrazos y sentirse otra vez mimada como la niña que llevo dentro.

Una “pequeñita” y una tapita que acompañe, que bueno es reírse sin parar, y un paseo por la Gran vía, para subir la interminable cuesta del Albaicín y todo es bonito, hasta las alcantarillas. El olor a jazmín inunda las calles y allí al fondo, en la noche granadina, como una joya refulgente, brilla en lo más alto la Alhambra, enmarcada desde donde estoy por un jazminero que la rodea. Desde donde mires ella siempre está, vigilante, guardando la ciudad...

Y una caña después de la subida, que no hay una sin dos, y dos tapitas para acompañar, y más risas que nos vuelvan un poco más cercanos, que bueno es tener amigos. Que bueno es volver otra vez a pisar estas calles.


Pasaremos la noche entre calles estrechas, de pasada por Elvira, y emulando a quienes le dieron ese nombre, conquistemos sus rincones, que ya es nuestra, y nosotros de ella. Y una Piraat en la cervecería, que acompañe al shuwarhma de después y un pastelito con recuerdos a Djemaa-el-Fna, y camino a Buga, para hacer nuevos amigos y bailar toda la noche y al regreso un paseo por el río mientras la sierra nos mira y el Mulhacen, a lo lejos, sonríe...

Vuelve el sol, y salir a la calle, andar de nuevo por el camino de la Sierra dirección a Navas, donde ya espera la pequeñita y los amigos de nuevo, y otra tapita, y mientras la conversación nos enreda, las cervezas desfilan acompañadas siempre por esas delicias que salen del arte culinario de Leonidas. Y se me olvida que median 400km entre mi tierra y este rincón que hago mi casa, de okupa en la Alhambra, bebiéndome su sangre dorada a largos tragos, que no hay otra cerveza que sacie igual la sed... Y tenga tanto peligro. Subimos con la panza llena por el Camino de los Tristes, aunque nosotros vamos bien alegres, que no se diga, que no hay como saberse en casa y rodearse de quien bien te quiere, y en mis manos el amor de mi vida reteniendo para mi lo que mi memoria podría osar olvidar, y a cada disparo suyo, mi corazón late más deprisa y un paso más cerca del cielo, llegando a los jardines de palacio, donde el león aguarda tras su paso por manos expertas, ya remozado para que no se noten sus siglos, que ya son muchos los ojos que lo han visto, la lluvia que lo ha mojado, las batallas que ha vivido desde su patio, junto a sus once hermanos, mientras sostenían la fontana donde las palomas bebían, dejando surtir el agua de sus fauces como la vida misma...

Y bajar por el otro lado, dejando que el jardín nos envuelva, y las risas que nos acompañan todo el trayecto y tras una buena caminata, un paseo, y tres Shuwarhmas, de nuevo en Navas, para reponerse y la noche es testigo de otro día feliz, y las estrellas cómplices nos guiarán, de nuevo, por calles alegres, hasta que la lluvia haga su presencia y un taxista amigo me deje en casa.

Y vuelve el día, con lluvia y frío, aunque una vez en mi casa de la calle Navas, no hay frío, sólo risas, amigos, la Alhambra corriendo de su grifo y la nostalgia que empieza a avisar que ya se acerca la hora de partir, pero hay que retrasarla todo lo posible, hasta que las estrellas nos anuncien que ya no hay más tiempo y que es hora de regresar...

Pero antes es necesario un té en la tetería con sabor tuareg, y un momento de enlace entre dos tierras que amo, y mientras un trocito de corazón se queda en algún rincón de estas cuestas, otro clama desde las dunas y por un momento mis raíces ancestrales vienen a recordarme que alguna vez fui hija del desierto.

Llega la hora de la despedida, y besos y abrazos y sonrisas con miradas tristes, y la promesa de volver de nuevo, y al alejarme, veo Granada brillar con sus luces de neón y a lo lejos la sombra de la siempre presente Sierra Nevada, guardando su ciudad encantada, y un cielo lleno de estrellas que me guían hacia casa, y me dejan marcado el camino de regreso, que me he dejado un trocito de corazón en el Albaicín, para que oiga su latido cuando mire hacia el sur...

Besos y sed felices

lunes, septiembre 24, 2007

Le Mâitre Du Silence




El silencio no tiene límites, los límites los pone la palabra”... Y ayer el silencio se quedó sin su mejor traductor. Se fue en un tranquilo silencio, apacible, como siempre supo vivir cada segundo de su vida y nos dejó el mejor legado, nos enseñó como nadie a escuchar lo que las palabras no dicen.



“Señorita, por favor, ¿sería tan amable de coger una flor para mí y dármela?”

Así podía recibirte este maestro de la imaginación en cualquiera de sus clases, capaz de construir un mundo, un espacio, el universo entero tan sólo con sus manos, con su cuerpo y sin articular palabra alguna...

Ayer el silencio lloró lágrimas de palabras, dejó al aire mariposas hechas de manos, y desde el maquillaje de miles de mimos, la lágrima dibujada cayó desolada en los escenarios que ya no volverá a pisar, donde ya no volverá nadie a caminar contra el viento...

Se quedó el corazón volando entre un pájaro de brazos y un muro de aire y palmas de mano... Se quedó el sombrero de copa arrugado, con su flor entristecida, mudo hasta el silencio, vacías las palabras y la sonrisa girada del revés... Se fue a coger flores de aire de jardines imaginarios, allá donde van los buenos, y aquí nos dejó un león hecho de aire que ya no encuentra donde saltar, y una cuerda de humo con la que ya nadie juega... Se fue y nos dejó con su silencio, sin más palabras que decir....

Un beso y el caminar contra el viento que me enseñaste, intentaré alcanzarte con tu cuerda, tal y como tu lo hacías, construiré muros de aire con mis manos y ladrillo a ladrillo, voy a buscar el camino que me permita entregarte la flor que nunca pude coger para ti. Con mi corazón latiente entre las manos, como tu solías enseñarnos, así te digo: Toujours je vous rappellerai, toujours vous j'aimerai, mon cher Maître du Silence.





A Marcel Marceau

Besos y sed felices


miércoles, septiembre 12, 2007

Apenas nada



Como una pulguita. Una mancha en el suelo, una sombra apenas visible en el negro.

Como el sabor del agua, apenas perceptible, como los minutos de la basura en un partido de baloncesto, como alas demasiado pequeñas para volar.

Como el humo que el viento se lleva, la ceniza del cigarro, como la luz de una vela que se apaga, la cera derretida.

Como un pañuelo ya inservible, la tierra yerma, la luna en un día de sol.

Así de pequeña, insignificante, absurda “como un torero al otro lado del telón de acero”, como los besos que nunca se dieron, las caricias perdidas en unas manos muertas.

Tan perdida entre el silencio y la palabra que se queda suspendida en los labios, tan sutil, tan invisible, tan insignificante como un neutrón sin átomo.

Sólo un borrón de una libreta manchada, un espacio inconcluso, demasiado poco importante, tan fácil de romper que no vale la pena molestarse en despedazar.

Como la noche que no ha de llegar, el día que pasó sin pena ni gloria, el sol en un día de lluvia, el agua que llueve sobre mojado.

Sin más ganas de ser más que una H muda, por no hacer ruido ni al andar, caminar de puntillas, volverse todavía más fútil, más cercana a la nada que el vacío.

Voy a quedarme aquí, en este silencio sin sentido, en este espacio indefinido, demasiado oscuro para estar iluminado, demasiado iluminado para estar oscuro. Voy a dejarme diluir con los restos del maquillaje, como un hielo en el desierto. Ser arena entre los dedos, argón desperdigado en el aire, letras escritas con tinta invisible en un papel que arde.

Dormirme sin sueños, no creer en nada, tener la esperanza muerta, el corazón perdido, el alma en huelga.

Los ojos cerrados, sorda voluntaria, guantes en las manos, la boca cerrada y la nariz taponada.

Una pulguita, una manchita gris sobre el asfalto, apenas nada... Silencio.


Besos y sed felices

miércoles, septiembre 05, 2007

Cosquillas en el alma



Atardece, afuera la lluvia deja sendas de agua en las aceras. Si cierro los ojos puedo oler el otoño cercano, la tierra húmeda de las montañas, el aroma a café recién hecho sobre la mesa de una cafetería cercana...

Hasta donde me lleva mi mirada, no la de los ojos, sino la del alma, puedo ver la plaza otra vez, escuchar entremezclados en mis latidos, los timbales, y percibir el aroma de un té a la menta, y más allá, sólo un poco más allá sentir la arena cálida de mi desierto haciéndome cosquillas en la planta de mis pies desnudos.

Suena el campanario y regreso a mi ventana, la farola ya alumbra los diamantes que la lluvia ha dejado, y espejos de agua me devuelven el reflejo de una luna que asoma tímida, se me escapa la sonrisa y vuelvo a sentir las cosquillas que tu mirada me hace en el alma...

Sentir que alguien te hace cosquillas en el alma... Y dejarte arrastrar por olas de paz en este mar tranquilo rebosante de cariño. Y mirar hacia el horizonte para encontrar una senda de estrellas que te guíen hacia el infinito amor de un abrazo dado con el corazón al descubierto...

Caminar en la oscuridad de este espacio desconocido, a paso lento, sorteando el miedo, sin más armas que las manos llenas de caricias, saborear cada segundo y vestir la piel con tu aroma. Exponer el flanco izquierdo aún a sabiendas que ya no queda espacio para más cicatrices, pero que voy a decir, si amo el riesgo.

Silencio de paz anidada en el hueco, ganada a pulso en batallas perdidas, la entereza es el arma que nunca falla, y dibujo con mis pies descalzos el camino a seguir sobre la arena de esta playa tranquila que son tus silencios, tus sonrisas, dejándome llevar de nuevo por el oleaje de tu mirada, que me envuelve, me atrapa, me domina y yo, aún intuyéndome perdida, claudico.

La noche me acoge en su abrazo dulce, y sonrío. El aire húmedo que quedó al irse la lluvia, eriza mi piel y me recuerda el tacto de tus labios cálidos. Siento otra vez el hormigueo rozándome el alma y mi risa suena en el silencio, como cascabeles, como cristales de un atrapa-sueños repiqueteando entre sí... Que calma queda tras la tormenta. Me invade y me dejo arrastrar a un sueño tranquilo donde tu abrazo será mi tregua.



Besos y sed felices