Pasa el afilador por la calle. Es inconfundible. Hace sonar su armónica de plástico. Ese dato es suficiente para reconocerle, aún así, de vez en cuando se oye: “¡El afilador!... ¡Ya está aquí el afilador!”. Pero ya no es su voz la que grita ni su armónica la que suena. Es todo una grabación que se repite desde el cd del automóvil con el que se pasea ahora.
Recuerdo las mañanas de verano en la playa, cuando escuchaba al afilador pasar... Iba en una bicicleta a veces, otras, en una motocicleta, una italiana que ahora no me viene a la cabeza, de chasis rojo, y con la máquina de afilar en la parte trasera...
Recuerdo el sol, ya calentando a las diez de la mañana. Mi bikini rojo con rayas blancas unas veces, otra el azul. El desayuno en la mesa de la terraza, mis primos ya bajando a trotes por las escaleras, para ir a la playa, mi madre diciéndome: "acábate el desayuno o no irás a nadar". Y la armónica del afilador, de repente, mágica.
Siempre bajábamos a ver a aquel misterioso personaje, con su motocicleta roja y su armónica de plástico, de brillantes colores, con su barba de cuatro días y su pelo cano, y ese bigote que bailaba con el aire de su instrumento... Sonreía y enseñaba sus dientes amarillentos y el diente de oro brillando con el sol.
Las vecinas bajaban a la calle, cuchillos en mano, y él iba afilando, las chispas saltando de la máquina, mientras él les regalaba los oídos. De vez en cuando se quedaba solo y volvía a su música repetitiva, siempre la misma melodía con pequeñas variaciones. Luego se alejaba, pero su sonido seguía oyéndose durante un largo rato, hasta convertirse en parte de la banda sonora del día, como lo eran los cantos de las gaviotas o las olas rompiendo en las rocas del faro.
Hacía tiempo que no oía al Afilador pasar. Cada vez que oigo su armónica, recuerdo aquellos días de verano, el jazmín florecido en el frontal de la casa, trepando por sus paredes, las rosas, grandes como puños, junto al jazmín, las margaritas de la entrada, que siempre deshojábamos haciéndoles preguntas que sólo ellas podían contestar. Las pavías en el árbol de atrás, los nísperos, ya sin sus frutos, donde siempre trepábamos en busca de aventuras, inventando historias a imagen y semejanza de los libros de “Los cinco”, que siempre leíamos.
Recuerdo las mañanas de verano en la playa, cuando escuchaba al afilador pasar... Iba en una bicicleta a veces, otras, en una motocicleta, una italiana que ahora no me viene a la cabeza, de chasis rojo, y con la máquina de afilar en la parte trasera...
Recuerdo el sol, ya calentando a las diez de la mañana. Mi bikini rojo con rayas blancas unas veces, otra el azul. El desayuno en la mesa de la terraza, mis primos ya bajando a trotes por las escaleras, para ir a la playa, mi madre diciéndome: "acábate el desayuno o no irás a nadar". Y la armónica del afilador, de repente, mágica.
Siempre bajábamos a ver a aquel misterioso personaje, con su motocicleta roja y su armónica de plástico, de brillantes colores, con su barba de cuatro días y su pelo cano, y ese bigote que bailaba con el aire de su instrumento... Sonreía y enseñaba sus dientes amarillentos y el diente de oro brillando con el sol.
Las vecinas bajaban a la calle, cuchillos en mano, y él iba afilando, las chispas saltando de la máquina, mientras él les regalaba los oídos. De vez en cuando se quedaba solo y volvía a su música repetitiva, siempre la misma melodía con pequeñas variaciones. Luego se alejaba, pero su sonido seguía oyéndose durante un largo rato, hasta convertirse en parte de la banda sonora del día, como lo eran los cantos de las gaviotas o las olas rompiendo en las rocas del faro.
Hacía tiempo que no oía al Afilador pasar. Cada vez que oigo su armónica, recuerdo aquellos días de verano, el jazmín florecido en el frontal de la casa, trepando por sus paredes, las rosas, grandes como puños, junto al jazmín, las margaritas de la entrada, que siempre deshojábamos haciéndoles preguntas que sólo ellas podían contestar. Las pavías en el árbol de atrás, los nísperos, ya sin sus frutos, donde siempre trepábamos en busca de aventuras, inventando historias a imagen y semejanza de los libros de “Los cinco”, que siempre leíamos.
Les coques de dacsa, les mandonguilles para la paella y mi abuela riñéndonos por robárselas, mientras reía entre dientes; las cebollas en vinagre de la cocina, el aceite de oliva que picaba, mi abuelo, en la marquesina de delante, contando sus mil historias, las bicicletas, dando vueltas alrededor del chalé, las puertas de todas las casas abiertas, la escalera, con el ruido aflautado de sus peldaños, cuando alguien subía o bajaba. Los pies negros, de andar todo el día descalzos; la arena caliente y el mar, la bandera (verde, amarilla o roja) que subíamos a ver desde la terraza, para decidir si nos llevábamos o no la colchoneta. Mi padre mis tíos, y mis primos, yendo a las rocas con el equipo de buzo, los pulpos que un día trajeron y que a mí me asustaban con sus tentáculos (ya creía que iban a ser como los de Julio Verne en cualquier momento). El galán de la noche perfumando el atardecer, y el jazmín, otra vez, siempre, aquel jazmín... El verano tiene aroma de jazmín.
Besos y sed felices
24 comentarios:
Señorita/señora no sé, my fair lady, vuelve usted a lucirse con sus letras, y nada más decir que la moto o es Mobilette, o Gucci, no puede ser otra, y sí, yo echo de menos el afilador...
Un saludo.
Hola Jaume, he de reconocer que he paseado dos veces por tu nuevo rincón para cerciorarme de que eras tú, jeje... Me alegra ver que sigues viniendo a mis silencios.... Señorita, aunque me gusta más que me llames My fair lady ;-).
Por tus playas pasaba seguro también.. A mí, ahora que lo escucho otra vez, me trae recuerdos...
A partir de ya, acaban mis obligaciones para con los libros, al menos por un poco de tiempo, y espero volver a un ritmo normal de publicación... Y también espero seguir viéndote. Voy a guardar tu nuevo lugar para visitarlo con tranquilidad en cuanto acabe con esto.
Besos y hasta pronto
Mil y una aventuras que contar.
Siempre peleandonos y siempre defendiendonos....
Te leo nostalgica prima...
Ah... No te olvides de las clochinas y las cortezas de trigo :-)
Aish Kiria Tuve que entrar a tu perfil para saber cual de todas mis primas eras, jajaja... Claro que a tres las tengo fichadas, la cuarta sé que no va a escribir yyyyyyy sólo quedabas tú. Me alegra verte por aquí.
Bueno, quizá algo nostálgica, pero no es nostalgia mala, medio escribí esto la otra mañana, al oír al afilador, y me acordé de aquellos días, para mí, al igual que el verano huele a jazmín, suena a la armónica del afilador. Uff, se me habían olvidado las cortezas, prima, pero que buenas estaban ¿te acuerdas? y el iaio que las guardaba como un tesoro, jajajaja... ¿Y la mojama y la hueva? Y las clotxinas, claro, recién pescadas...
Besitos guapa, espero verte más veces ;-P.
PD: Por cierto, si quieres recordar cosas, busca en mis archivos de junio de 2006, si no me equivoco. Hay un post que se llama "fem una tomaqueta". Lo escribí cuando murió el iaio. Quizá te guste leerlo, también habla del chalet y los veranos. Besitosssssss
Me ha encantado leerte y me ha gustado tu afilador. Casi no los he conocido, pero alguno sí que llegué a ver alguna vez por mi calle.
Un besazo lleno de sonrisas.
Begus
P.D.Estoy aquí, aunque no me veas,eh??
A jazmín y a dama de noche. A alquitrán derretido y a tierra en polvo. A abuelas y a añorados rocíos en las noches de agosto..
Siempre que escucho al afilador me acuerdo de mi abuela. Ella era muy supersticiosa y cuando lo oía, se ponía un paño en la cabeza y bailaba, decía que eso nos traería buena suerte. De pequeña y de joven me reía por la ocurrencia de ella, pero te confieso que ahora, a veces, cuando suena la flauta del afilador, como hacía mi abuela, me cubro la cabeza y ensayo un baile, eso sí, sin la gracia de ella...
¡Jopé! Esthersita, cuántos recuerdos me has despertado.
El post es precioso: por la manera de contarlo y por la riqueza de palabras,
Besos
Begus Me gusta saber que estás por aquí, aunque no te vea...
Besitos y gracias por tus palabras, jejeje.
Trinia Cuando vuelva al sur, has de enseñarme ese baile, jejeje... Gracias, como siempre, por tus halagos. Empezaba a extrañarte... Ah, se acabaron los exámenes, por fin. Igual ya te lo he dicho, no sé, es que tenía tantas ganas...
Besitos
xicoteta que el afilador de mi pueblo era mas cutre... llevaba una cosa de plastico de colores .. pero no era una armonica... y hacia tiruli, tiruli... el afilador.. jeje
besitos
En el pueblo donde vivían mis abus, también pasaba el afilador, muy parecido al tuyo, pero en bicicleta, no moto.
El aroma a jazmines es uno de mis preferidos, y ay! sí! cómo extraño esos momentos, de robar parte de los ingredientes de una comida, por ejemplo...
Me transporté con cada palabra, Esther, me gusta tanto cómo transmitís!
Besotes para vos.
Xicotet bueno eso que dices de plástico de colores es una especie de armónica... Cutre pero armónica. Todos los afiladores llevan esa, jejeje...
Besitos
EL Nombre te extrañaba por estos lugares ya... Es curioso, al otro lado del charco la vida no era tan diferente... ¿Te diste cuenta? Gracias Aimée, por tus palabras. Espero que pronto pueda por fin traer hasta aquí a Pris, ya tiene ganas de invitarnos a té.
Besitos grandes para ti también.
Hasta hace poco menos de un año, una vez al mes pasaba el afilador por nuestra calle sobre las 8 de la mañana, siempre me asomaba al balcón para verle, era entrañable lo que sentía, también me hacía recordar, pero dejó de hacerlo, cuando nos acordamos de él nos preguntamos, ¿que habrá sido del afilador?
Me ha gustado leerte, también me ha hecho recordar mi niñez en casa de mis abuelos, junto a mis hermanos y primos.
Muchos besos
El afilador, Salegna tiene ese halo de magia que le convierte en una figura especial, muy particular y hasta enigmática, de la vida de todo aquel con el que se cruza.. ¿verdad?
Gracias por tu visita, espero verte más por aquí, jeje.
Besitos
El viernes me acorde de este blog, habia un afilador en la puerta de mi trabajo, de los de moto roja. Estaba montando los bartulos y no vi la armonica pero seguro que la tenia guardada en algun bolsillo :)
Anónimo Seguro que sí, que la llevaba por algún bolsillo, jejeje... Bienvenid@ a este espacio... Espero que vuelvas otro día, aunque sea porque el afilador vuelve a parar a la puerta de tu trabajo. ;-)
Besitosss
Venia a darte un beso....
Que raro creí que te había dejado un comentario en este post pero no lo veo....
Besos
Hola, Fortu querida, me encanta verte por aquí... Quizá falló blogger, a veces pasa.. Pero no importa, lo realmente importante es que pases a traerme un beso, jejeje... O a visitarme.
Besitos
Yo también tengo el recuerdo del afilador de cuchillos por las calles desiertas de La Palma a medio día, casi siempre los sábados y los domingos. Ese sonido. Nunca lo olvidaré.
Gracias por hacerme recordar.
Besos
Cartoncilla
Jeje, de nada Cartoncilla un placer, de veras.. Me alegra haberte visto por aquí, vuelve pronto, jejeje...
Besitosssssss
Se acabaron los exámenes, pero, bien?...
Espero que sí.
Besos
holaaaaaaaaaaaa
no tenia tu enlace...creo que no
estoy más perdida que pulgarcito..
con tanto blog hoy ví que pinocho habia colgado en el bolo .una lista y creo que no habia cojido el enlace tuyo.
bueno ya te coloco en mi coleccion..si no estas que ni lo sé tengo que ordenarlo por nicks o no se como
porque me lio...
aishhhhh
un besote
hormiga ,meggan
Hola Triniá pues sí se acabaron y creo que bien, de momento tengo tres aprobadas y las otras dos creo que las aprobaré, jeje. Ahora a ver si me centro en publicar cositas, que ya va siendo hora. Tengo el capítulo siguiente de Pris medio empezado, ya toca que lo escriba del todo, que Pris no hace más que insistir en que nos tomemos ya un té.
Hola Meggan No importa si tenías o no el enlace, jeje, lo que importa es que ya lo tienes. Me alegra mucho verte por aquí, Bienvenida, espero verte muchas veces más, jejeje. Un besote para tí también y espero verte muy pronto de nuevo, es un placer tener una hormiguita entre silencio y silencio ;-)
Besitos
Me fascina el jazmin, lo aprendi de mi marido y mi linda suegra, pues son de Alicante, r ir hahcia Valencia una vez,,fue verdaderamente inolvidable, ese aroma ese delicioso aroma,,cuando vivi en Venezuela tenia dos en la puerta de mi cocina,,es una delicia,,a parte de leerte claroo,,,y el afilador, jaja en mi tierra todavida hay alguno,,siii,,haber si lo uedo pillar con su ruidita,,pero ya no tienen ni silbato..noo..
que recuerdos tan hermosos...es una delicia leerte siempree...
besitosss...
Hola Esther, hace ya mucho que no me paso por tu blog y hoy me has regalado unos minutos de nostalgia. El afilador, y el vendedor de helados, ¿the acuerdas, el "aulla limón"?
Y el aroma del verano. Tan distinto aquí en Australia. Tenemos un jazmín en nuestra terraza, pero no es lo mismo que el de la playa de aquellos tiempos.
kamelucha me gusta escribir sobre mi infancia, sobre estos recuerdos, y traer hacia este presente, el aroma de entonces. Espero no perder nunca la memoria, pero si eso ocurriera, al menos, tendré mis relatos :-)
Besitos
Diego Claro que me acuerdo, y la que liamos una vez Marilyn y yo, eso sí, ella fue la artífice, que yo entonces era muy pequeñita. Quería hacer aigua limon, como la que traía el de los helados, y cogimos, durante la siesta de los iaios, un cazo de la iaia, y ahí preparamos agua-limón. Cuando la iaia vio el cazo en el congelador, no quieras saber la que nos montó, jajajaja, eso sí, le gustó nuestra aigua limon.
Los veranos huelen diferentes hasta aquí, pero supongo que allí, al otro lado del mundo, deben oler más diferentes todavía...
Besitos
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