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Prefiero pensar en la forma en que tus labios pasean por los míos. Es más entretenido cuando tu mano no sabe muy bien si acariciar o abrazar y tus ojos se quedan inmersos en mi mirada.
Sí, sin duda es mucho más divertido cuando pierdes la noción de lo que andabas diciendo sólo porque mis labios rozan los tuyos y en un desliz de tu boca se te escapa el romanticismo que no sabes esconder.
La verdad es que me divierte ese momento en que te quedas en silencio, y envuelves con tus brazos mi cuerpo, y entonces dices algo totalmente trivial, mientras tu mente anda pensando la forma de la siguiente caricia, y yo me dejo, haciéndome la inocente, aunque tú, no sé por qué, nunca te crees mi inocencia.
Me haces reír cuando intentas explicarme algo importante y, súbitamente, pierdes el hilo de la conversación al notar que mis dedos traviesos andan dibujando los límites de tu piel. Dejas caer entonces tu mirada en la mía y te quedas en silencio. Yo, divertida, te animo a proseguir tu discurso pero es causa perdida, pues ya tus labios abordan mi sonrisa y he de entregar mis naves a tu deseo.
Me divierte cuando marcas el espacio entre ambos para luego, a escondidas, recorrerlo. Mientras duermes, me presientes a tu vera y te aferras a mi cuerpo como si creyeras que fuera a huir. Luego te arrepientes y me sueltas y soy yo la que, mimosa, me hago hueco en tu pecho.
Mira que me gusta cuando te quedas callado mirándome, pensando que yo no te veo, y vas desgranando cada parte de mí, hasta hacerla tuya, paladeando en la distancia la piel que no te concedo.
Confieso que me dejas sin sentido cuando interrumpes nuestra conversación y nuestro paseo para recorrer con meditada paciencia cada milímetro de mi boca con tus labios, al tiempo que me ciñes a ti, y ensayas con ternura infinita una estela de besos y caricias entre la isla de mi sonrisa y el litoral de mi cuello.
Me divierte saber que te pongo nervioso si, distraída, dejo que mis caderas se alíen con la música. Se pierde tu mirada en el límite entre mis piernas y la escasa tela de mi falda que, tramposa, no te deja adivinar el secreto de mi lencería, y celoso, mi escote no da tregua a tus ojos. Te deshaces en ese instante por liarte en el juego de mi talle esquivo. Me encanta provocarte sin mesura, saberte rendido a mis caricias, perdido en mi boca, sediento por beberte mi cuerpo entero.
Admito que adoro esa mirada con la que me recorres cada vez que me acicalo con estudiada picardía, para entretener tus sentidos. Disfruto, no sabes cuanto, ese desliz de tus manos golosas por probar nuevas texturas, y ese paseo de tu nariz por mi cuello, adivinando el nuevo perfume con el que pretendo seducirte de nuevo. No podría negar, aunque quisiera, que resulta tremendamente divertido dejarte sin palabras, un poquito desarmado, cuando abro la puerta y descubres que hoy decidí no ponerme vaqueros.
Me entretengo contando el tiempo que persiste tu resistencia, observando como luchas contra el arrebato de besarme sin asueto. Voy instigándote como la que no quiere la cosa, dándote argumentos para rendirte a tu deseo, y luego alejándome los milímetros justos para que no llegues a rozar la frontera de mi boca. Vuelvo entonces a la carga, con nuevas armas, y me demoro a conciencia en caricias y quebrantos de tu paciencia, me encanta ser un poquito traviesa, y esa mirada tuya pidiéndome clemencia, mientras mojas tus labios con la lengua, saboreándome como una golosina, justo antes de comerla. Es en ese instante que bajo la guardia de mis puertas, cedo a tus envites suavemente y te entrego mi reino, desplegando a tu paso, estandartes de caricias, allanando tu camino con tapices de placer.
Verás, ya sé que no es ningún secreto decirte que me divierte tu sonrisa pícara cuando intentas una diablura. Adivino la intención en tu mirada, me hago la despistada, tú crees que es batalla ganada y es entonces cuando a traición deshago tu coartada, venzo a besos tu osadía y abdico ante tus caricias.. Tu lo sabes, sabes cuanto me divierto y acéptalo, no lo niegues, que yo sé que tú también te diviertes...
Besos y sed felices
Sí, sin duda es mucho más divertido cuando pierdes la noción de lo que andabas diciendo sólo porque mis labios rozan los tuyos y en un desliz de tu boca se te escapa el romanticismo que no sabes esconder.
La verdad es que me divierte ese momento en que te quedas en silencio, y envuelves con tus brazos mi cuerpo, y entonces dices algo totalmente trivial, mientras tu mente anda pensando la forma de la siguiente caricia, y yo me dejo, haciéndome la inocente, aunque tú, no sé por qué, nunca te crees mi inocencia.
Me haces reír cuando intentas explicarme algo importante y, súbitamente, pierdes el hilo de la conversación al notar que mis dedos traviesos andan dibujando los límites de tu piel. Dejas caer entonces tu mirada en la mía y te quedas en silencio. Yo, divertida, te animo a proseguir tu discurso pero es causa perdida, pues ya tus labios abordan mi sonrisa y he de entregar mis naves a tu deseo.
Me divierte cuando marcas el espacio entre ambos para luego, a escondidas, recorrerlo. Mientras duermes, me presientes a tu vera y te aferras a mi cuerpo como si creyeras que fuera a huir. Luego te arrepientes y me sueltas y soy yo la que, mimosa, me hago hueco en tu pecho.
Mira que me gusta cuando te quedas callado mirándome, pensando que yo no te veo, y vas desgranando cada parte de mí, hasta hacerla tuya, paladeando en la distancia la piel que no te concedo.
Confieso que me dejas sin sentido cuando interrumpes nuestra conversación y nuestro paseo para recorrer con meditada paciencia cada milímetro de mi boca con tus labios, al tiempo que me ciñes a ti, y ensayas con ternura infinita una estela de besos y caricias entre la isla de mi sonrisa y el litoral de mi cuello.
Me divierte saber que te pongo nervioso si, distraída, dejo que mis caderas se alíen con la música. Se pierde tu mirada en el límite entre mis piernas y la escasa tela de mi falda que, tramposa, no te deja adivinar el secreto de mi lencería, y celoso, mi escote no da tregua a tus ojos. Te deshaces en ese instante por liarte en el juego de mi talle esquivo. Me encanta provocarte sin mesura, saberte rendido a mis caricias, perdido en mi boca, sediento por beberte mi cuerpo entero.
Admito que adoro esa mirada con la que me recorres cada vez que me acicalo con estudiada picardía, para entretener tus sentidos. Disfruto, no sabes cuanto, ese desliz de tus manos golosas por probar nuevas texturas, y ese paseo de tu nariz por mi cuello, adivinando el nuevo perfume con el que pretendo seducirte de nuevo. No podría negar, aunque quisiera, que resulta tremendamente divertido dejarte sin palabras, un poquito desarmado, cuando abro la puerta y descubres que hoy decidí no ponerme vaqueros.
Me entretengo contando el tiempo que persiste tu resistencia, observando como luchas contra el arrebato de besarme sin asueto. Voy instigándote como la que no quiere la cosa, dándote argumentos para rendirte a tu deseo, y luego alejándome los milímetros justos para que no llegues a rozar la frontera de mi boca. Vuelvo entonces a la carga, con nuevas armas, y me demoro a conciencia en caricias y quebrantos de tu paciencia, me encanta ser un poquito traviesa, y esa mirada tuya pidiéndome clemencia, mientras mojas tus labios con la lengua, saboreándome como una golosina, justo antes de comerla. Es en ese instante que bajo la guardia de mis puertas, cedo a tus envites suavemente y te entrego mi reino, desplegando a tu paso, estandartes de caricias, allanando tu camino con tapices de placer.
Verás, ya sé que no es ningún secreto decirte que me divierte tu sonrisa pícara cuando intentas una diablura. Adivino la intención en tu mirada, me hago la despistada, tú crees que es batalla ganada y es entonces cuando a traición deshago tu coartada, venzo a besos tu osadía y abdico ante tus caricias.. Tu lo sabes, sabes cuanto me divierto y acéptalo, no lo niegues, que yo sé que tú también te diviertes...
Besos y sed felices