La primavera se adivina entre los rayos del sol. Y yo pienso en mi mar, el mar de mi vida, tengo en los ojos azul mediterráneo, mientras los estadios de la luna provocan las mareas de mi vida, mes a mes, a punto como está de cambiar definitivamente para siempre.
Alguna duda de vez en cuando, algún momento de incertidumbre, pero me gustan los retos, adoro los cambios y las nuevas aventuras, así que, si soy sincera, más que asustada lo que estoy es intrigada y excitada con lo que está por venir.
Hace tiempo que aprendí que el miedo sólo es un pobre cobarde que se asusta cuando le miras a los ojos. Un absurda forma de perder el tiempo y las oportunidades. No tengo miedo. El miedo me dura menos que un café por la mañana porque sé que tengo la fuerza suficiente para superar lo que me venga en la vida... Llevo mucho tiempo haciéndolo y sigo viva.
Aprendí lo esencial: Se usar la espada, tirar con arco y montar a caballo. Todavía no aprendí a combinarlo todo, pero dadme tiempo. Y tengo mis mejores armas en la lengua y en la paciencia...
Seguiremos adelante, con sol o con lluvia, da igual. Aunque tengo debilidad por los días soleados y frescos, como el de hoy, me encanta que el sol luche contra el gélido aliento del invierno.
Noto un cosquilleo en el alma, sonrisas y lágrimas a partes iguales, pero sin tristeza, y ese constante movimiento dentro de mí que me recuerda que hace 8 meses que no estoy sola ni cuando estoy sola.
La primavera está a la vuelta de la esquina, a 20 días vista. Siempre me ha gustado la primavera. Quizá porque siempre supe que tú llegarías con las fresas, las cerezas y las margaritas, con el sol y la pólvora, con los días más largos y el perfume de azahar envolviéndolo todo.
Siempre me gustó la primavera. Y el mar. Ahora miro directamente a unos ojos dulces, llenos de amor hacia mí y de un intenso turquesa con rivetes dorados de sol mientras la primavera está a punto de estallar desde mi interior...
Te estamos esperando como al sol de primavera y a las cerezas. Ya he decorado mi regazo para acogerte. Ya hemos llenado los espacios restantes de amor para ti, que estás hecho de puro amor a borbotones. Ya saben nuestras manos el calor de tu tacto, para acariciarte sin miedo y con dulzura. Ya enseñamos a nuestros labios como pronunciar tu nombre, como besarte hasta la saciedad.
Vendrás, vestido de primavera, te meceremos al ritmo del mar que me vio crecer y del océano del que tu padre viene. No te demores, que ya el sol se muere de impaciencia por besar tu suave piel y todos los bosques y jardines se vistieron de verde esperanza y colores alegres para que no te falten sonrisas.
Mi vida va a cambiar definitivamente porque tú vas a irrumpir en ella con la tuya. Y no puedo esperar para decirte: Bienvenido, hijo mío
Besos y sed felices