lunes, noviembre 27, 2006
Escuchando a Laura
La luz del alba entra furtiva por las rendijas de la persiana y dibuja en las paredes haces de luz. Aroma a café recién hecho, sueños todavía recientes merodeando por la habitación y alguna estrella olvidada en el cielo añil.
No acaba de hacer frío y sin embargo me hielo por dentro, debe ser que ha nevado en alguna parte de mi memoria, aunque no sé bien donde.
Quiero que nunca te olvides tú de mí, aunque no encuentres palabras especiales que decirme. Y en mis recuerdos anidan esos sueños que pudieron ser. Tengo una lágrima pendiente de caer, pero no se decide. Debe ser el frío.
La sonrisa de una niña, que se cruza en mi camino, se refleja en mi cara y vuelo lejos donde el sol sigue siendo cálido. Días que se fueron a donde la vida puede ser ese regalo dulce. La ilusión perdida en días que en otros tiempos eran hermosos, ahora se volvieron tristes. Y las luces de colores iluminan el camino de los sueños, por donde vendrán de nuevo, tal vez vendrán de nuevo en trineos con cascabeles tintineantes, como las sonrisas dulces que guardo para mí, para alimentar con ellas el fuego que tal vez acabe con este frío.
Sueño con saber si existes o si esto son vuelos inútiles. Supongo que sólo es una invención de mi mente, y en la ventana el árbol que muestra sus adornos y me encojo en mi abrigo, el aire sopla un poco más fuerte, debe haber borrasca en algún rincón de mi alma.
En el mundo yo caminaré hasta sentir mis pies cansados que hacen daño, yo caminaré un poco más. Sin importar si el corazón duele como el sol inesperado.
El día cae, lenta, inexorablemente hasta la noche, y otra vez las estrellas lo llenan todo aunque desde estas calles iluminadas de sueños y alegría casi no se vean.
Cinco días sin tenerte, cuanto frío en esta vida, y a veces me pregunto como diablos lo hago para pasar frío en el infierno.
Hace un año sonreímos... hoy ni siquiera hablamos. Entraste y saliste de mi vida, y que pena no quedarse, cuando tuvimos la felicidad en nuestras manos.
Vuelven estos días de nuevo, no me gustan, debo haberlo dicho ya. Hace demasiado frío por aquí dentro, la casa está demasiado silenciosa, las sonrisas duelen y el alma llora porque el corazón la dejó hace años, en esta época del año. Fue por estas fechas que se derritió, a pesar del frío, o tal vez fue en verano pero a mi almita no le dio para darse cuenta hasta que no tuvo regalo de reyes.
Tengo un glaciar aquí dentro, me gustaría quedarme bajo el edredón hasta que todo pasara, pongamos febrero.
Y tú donde estarás corazón frágil que me escuchabas. Empiezan a pesar tantas piedras, empiezo a quedarme sin canciones para esos momentos. El nudo en mi garganta se hace eterno y el silencio donde hubo latidos me ensordece día a día. Que frío...
Nunca lloraré por ti. Ni por mí. O tal vez lo haga cuando la luna no mira. Quien sabe. Cada detalle es aire que me falta y es que se hace difícil hasta respirar. Hay demasiadas piedras, empiezan a ser demasiados los escombros de esta casa en ruinas que es mi vida. Y quedan pocos rincones donde guarecerse cuando llueve.
Acabamos al final de pie en una ventana para ver, espectadores melancólicos de felicidad improbable. Y los momentos se pasan a veces como nubes en un cielo azul y tan lejano que es imposible volar con ellas. Di que sí y podrás volar con mis alas.
Tú dime cuando, cuando, donde están tus ojos, donde está tu boca, quizá en África, no importa. Tú dime cuando, cuando, donde están tus manos, donde tu nariz, hace un día desesperado, estoy sedienta, tengo sed de ti...
Llegan estos momentos de melancolía exagerada, donde se me hiela el alma y el hueco del corazón, donde se hace el frío insoportable, y respirar es un suplicio, pero seguiré mi camino y los días darán paso a las noches y al final todo pasará, como siempre, todo pasará y volverán los días largos. Por el camino encontrarás un lugar en el cielo, oirás por el camino latir tu corazón... Es posible.
Besos y sed felices
viernes, noviembre 24, 2006
París
lunes, noviembre 20, 2006
Fin de año
En esa noche, es tradición, las más Fashion Women de la ciudad, sacan a lucir sus palmitos, no importa el frío ni la lluvia, ni la nieve (en donde cae). Sólo importa ser La Más en esas fiestas que suelen organizarse para tal evento. Fiestas que, todo sea dicho de paso, ya empiezan a ofertar los diversos locales y quien no se de prisa, quedará sin la correspondiente y necesaria entrada para El Cotillón, como suelen llamarse.
Este día, las damas, además de lucir un amplísimo escote por delante, por detrás, o en ambas partes, unos tirantes imposibles, dadas las temperaturas, y unas sandalias de tacones vertiginosos, seguramente plateadas o con lentejuelas, además de todo ello, lucirán esos imposibles Bolsos de Fiesta, que antes de que alguno empiece a llorar o estrujarse los sesos queriendo saber en que consiste semejante artilugio, ya explico que son esos minúsculos bolsitos, más pequeños que un monedero, en ocasiones hechos en metal u otro material rígido, con lentejuelas, pedrería, cristales Swarovsky o incluso piedras preciosas, donde no cabe casi nada, a saber: el maquillaje, las llaves (no del coche, por dios, que estas damas no conducen) los kleenex y el tabaco a duras penas, si es que fuman, que si son muy fashion, probablemente no lo hagan ya. El dinero, no es necesario, pues estos bolsos, además de fashion, son portadores de un mensaje machista, en el que dinero, llaves de coche, documentación, etc, le corresponde al hombre... ¿¿El móvil?? bueno, como son muy modernas ellas, suelen llevar uno de esos extra minúsculos aparatitos, y también les cabe...
Los vestidos para el evento suelen ser, además de bastante fríos, extra incómodos, con faldas estrechas y largas, o sin tirantes en ocasiones, escotes muy abiertos que a la mínima muestran lo que sus dueñas prefieren esconder y sobretodo fríos ¿ya lo dije? Porque mira que se pasa frío con ellos. ¿Abrigos? Por supuesto se llevan prendas de “abrigo” consistentes éstas en chales de tela finísima, eso sí, de diseño, o abrigos de telas ligeras y elegantes. Siempre están las que llevan alguno de piel pero como ahora está de moda ir en contra de las peleteras para evitar el exterminio abusivo de ciertos animalitos, últimamente se tiende a la peletería falsa, que además es mucho más práctica pues se limpia mejor. En precio puede que incluso sea más cara, si es de algún diseñador.
Ellos tienen la ventaja de quedar bien con un traje de chaqueta (por supuesto de lana virgen o cualquier otro tejido de invierno) e incluso en algunos casos llevan fracs o esmóquines. Queda elegante en los caballeros, si hace frío, una bufanda fina de lanita o franela y hasta incluso un buen abrigo si los rigores de la noche lo requieren.
Huelga decir que detesto esta noche especialmente. Creo que no hay un día en el año que odie con más ganas que el día de fin de año. Y sus correspondientes festejos. No sé si es la tendencia al desmadre que todo el mundo padece en esta noche. No sé si será el frío que se cuela por todas partes con tan poca prenda encima. No sé si los controles de alcoholemia que la benemérita siembra como si de champiñones se tratara, o la hipocresía, o lo complicado que resulta para una mujer independiente y libre como yo, llevar en esos malditos bolsitos el maquillaje, los cleenex, el dinero, la entrada, las llaves de casa, las del coche, el DNI, el carné de conducir, el móvil (que no es de los minúsculos y extraplanos) y, por si fuera poco, el tabaco, porque esto de las Navidades estresa hasta la saciedad.
O tal vez sea esa sensación de frío, y no el que mi desvalida piel siente, si no el que se instala por dentro, en las estancias desiertas de latidos y sentimientos, ese frío que se hace presente en esta maldita noche, ante los besos hipócritas de amigos y enemigos, ante las miradas soeces de aquellos que llevan algunas copas y otras substancias de más, ante el deseo, siempre presente de salir corriendo y, sobretodo, ante esa sensación extrema de vacío, de esa soledad desagradable, que ya se sabe que no todas las soledades son bienvenidas y a veces hasta en la fiesta más concurrida, se puede sentir en las entrañas que hasta el eco se va cuando una habla.
Debe ser por eso que prefiero una hamburguesa y unas patatas fritas, pasar frío en la playa, eso sí en buena compañía, sin oír apenas las campanadas. O unos frutos secos en lugar de uvas, una radio en lugar de una televisión, perdida en mitad de la nada, con un chupito de whisky para brindar y alguien capaz de quitar el frío con una sonrisa...
Este año creo que me escaparé a la montaña.
Besos y sed felices
Han vuelto
Se volvieron a colar sin previo aviso y me han asfixiado como siempre hacen. Han vuelto a insuflar su helado aliento en el hueco de mi corazón y otra vez este frío que me hiela desde dentro me hace no ver el sol.
Volvieron desde sus recónditos escondrijos, como comadrejas, alimañas desesperadas por pegar bocados a lo que encuentran, pues sin corazón que mordisquear, les basta con cualquier pieza podrida que encuentren en ese agujero, donde nunca brilla la luz.
Han vuelto y me han llenado la memoria con sus recuerdos, han traído besos que no entiendo y hasta caricias que no siento, como si esta piel de pronto fuera plástico.
Vuelven a mis sueños, hasta en mi boca se enredan nombrando con sus nombres a quien no corresponde.
Vuelven en estas fechas y me recuerdan mis miserias, tal vez se divierten así, quien sabe, pero vuelven y me revuelven por dentro y esta vez nisiquiera encuentro un abrazo que me haga entrar en calor, pues hasta el abrazo hallado es de ellos y me encoje el alma y parece agrandar el espacio negro que me invade...
Vuelven una y otra vez, meten sus dedos sarnosos en mis llagas, esparcen recuerdos como vidrios rotos bajo mis pies descalzos, me rompen hasta la voz, me llenan de vacío, y agrandan un poco más mi Nada, ese agujero negro que absorbe todo, y que acabará por absorberme hasta a mí misma.
Vuelven, les oigo gritar, reírse de noche, y en la noche se meten en mis sueños, me engañan, me envuelven con sus mentiras y luego me dejan desnuda en mitad del hielo de este desierto ártico donde una vez hubo calor, donde una vez se escuchó el latir acompasado de un corazón.
Han decidido volver, de nuevo, y otra vez en sus manos han traído como regalos cubiertos de veneno, esos momentos que un día me hicieron feliz. Los lanzan contra mí como si yo fuera la diana de sus flechas, disparan sin piedad, como el pelotón de fusilamiento, y yo, rendida, he caído una vez más, rota.
Tengo frío, y ellos han vuelto...
Besos y sed felices
miércoles, noviembre 15, 2006
Fragancia
Si cierro los ojos, puedo sentir que estás aquí. Siento los restos que tu aroma deja en mi piel, en mi cama, esparcidos en el aire... Tu perfume me envuelve y se convierte en mío cuando te fundes conmigo.
Aroma de mayo vienes de cerezas y frambuesas, pomelos y ciruelas, y te mezclas con mi diciembre de naranjas y manzanas, uvas y vainilla.
Olor de caoba y sándalo que acude desde tu piel se mezcla con las flores orientales que adornan la mía. Oleadas de agua salada, el mar en tu pecho resbala fundiéndose con mi savia.
Siento tu olor en mis sueños y despierto como animal hambriento buscando tan preciado alimento, la ambrosia que tus labios esconden, el placer de tu cuerpo. Enloquezco ante el perfume que me lleva a tus secretos y es que, por más que quiero no puedo escapar al deseo de envolverme en tu esencia, hacerme etérea para seducirte hasta el alma, con la fuerza salvaje de huracanes, revolviéndote hasta dejarte sin aliento, exhausto, perdido... y un sendero de mi néctar indicándote el camino hasta mis labios, tu destino.
Bocanadas de aire fresco llegan desde ti, invadiendo mis sentidos, y aún cerrando los ojos y escapando a tus latidos, la fragancia de tu piel llama a la mía y la conmina a dejarse hacer, como un bálsamo que cura, y al tiempo envenena, haciéndome olvidar quien soy para ser contigo corazón que late, cuerpo que respira y otra vez envuelta en la seda de tus manos, de tu aroma, de tus besos embriagados de pasión, caer rendida, sumisa a tus deseos que son los míos.
Dejo gotas de perfume como migas de pan que te guían despacito hasta encontrarme, sin más prenda que mi aroma de Ángel enajenándote, hechizándote con Magia Negra, atrapándote un instante sin más armas que las que enmarañan tus sentidos pues en esta cruzada, cuerpo a cuerpo, vale todo y todo está permitido, que eres mi contendiente y al tiempo mi captura, que soy tu presa y al tiempo tu oponente, quien gana pierde y viceversa y aunque parezca mentira nos deleitamos en esta contienda, combatientes de corazones heridos, de almas valientes.
Dame un segundo más del incienso de tu piel, déjame ser llama que lo haga arder, embriágate con el licor de mis labios y lícuate en mi ombligo hasta ser conmigo perfume de veranos cálidos y otoños sombríos, de inviernos fríos y primaveras exultantes, hagámonos del aire, envolvamos al mundo en nuestro aroma, esencia de nosotros mismos, que el mundo es nuestro cuando nos fundimos.
Me gusta cuando tu aroma embelesa mis sentidos.
Besos y sed felices.
sábado, noviembre 11, 2006
Stardust
Acaso la estrellita minúscula, esa que ni siquiera tiene nombre, sólo una hilera de letras y números para designarla, piensa en los ojos que ahora la miran y se queda en ellos, para volverse un poco mirada, un poco ternura, un poco el silencio que da paso a un beso...
342.879.561. Así se llamaba. Una hilera inmensa de números que alguien un día decidió colgarle como nombre. Pobre estrellita. Ella que quería ser algo más que un simple punto mirando desde allá arriba... Pero era demasiado pequeña, demasiado poca cosa. Ella no era una Estrella Polar, no. Ni siquiera era parte importante de alguna de esas constelaciones tan populares que los amantes, a veces, se regalaban... "Mira ¿ves ese grupo de estrellas que forman como una M? Eso es Casiopea. ¿Te gusta? Si pudiera te las bajaba todas para colgarlas de tu pelo".
342.879.561 le gustaba mirar a los viandantes de las grandes ciudades. Era como espiar pues su luz era tan poquita cosa, que con la contaminación lumínica, casi era imposible verla. Veía las parejitas, paseando abrazadas, susurrándose cosas al oído. Veía a las chicas guapas corretear entre transeuntes y coches, con sus zapatos de tacón alto, en busca de taxis cuando hacía frío. Los ejecutivos, siempre con sus trajes impecables, hablando a menudo por el móvil, y sin prestar atención a nada. Los barrenderos, unos cantándole a la luna, otros barriendo deprisa para acabar pronto...
Y los solitarios, los románticos solitarios que se dejaban el alma en cada suspiro, mientras paseaban lento, saboreando cada paso, a veces con un cigarro que fumaban con parsimonia, la mente abstraída y lanzando, a ratos, miradas al cielo. Parecía que la miraran a los ojos.
Le gustaban los solitarios, pues sabía que eran los pocos que realmente la miraban, aunque no la vieran siempre. La miraban con los ojos del alma, y con los de la cara. Brillaban sus ojos al reflejarse en su luz, y se tornaban más hermosos aún si cabe, perdiendo por un instante la frialdad de sus vidas desangeladas. Andaban en equilibrio entre la felicidad de las pequeñas cosas, y la soledad, que no siempre es bienvenida. Bailoteaban con la luna, cuando nadie les miraba, se confesaban a los astros, se enamoraban del mar y se dejaban engatusar por rayos de sol, gotas de lluvia y luces de neón.
Los solitarios hablaban con ella en las noches sin luna. Dejaban sus ciudades y se perdían en playas o montañas tranquilas, y la miraban fijamente a los ojos y le contaban en secreto sus anhelos.
A veces los solitarios se encontraban entre ellos y iban juntos a contarle secretos. Entonces se quedaban largo rato mirando su luz cálida y suave, hasta que ella se prendía de sus ojos, y entonces ocurría que se volvía mirada enamorada entre ellos, repartiendo ternura en sus manos, dulzura en sus voces, cálidas caricias y besos lentos, acompasados al ritmo de dos corazones perdidos un instante y encontrándose encontrados. Ella era el silencio en sus palabras, la calma sugerente de la noche, la caricia de él en la mejilla de ella. Los labios de ella apenas rozando los de él...
Y en ese momento en que hasta el tiempo se paraba por no molestar, ella se dejaba caer, como suave polvo de estrellas para impregnarse de su alma, la de ellos y volverse corazón...
Besos y sed Felices
sábado, noviembre 04, 2006
Caricias
viernes, noviembre 03, 2006
Noviembre
Hoy llueve. Llueve con aplausos, me dicen. Llueve sin parar, el cielo llora sobre el asfalto y desde mi cama escucho su llanto.
Llega Noviembre con lluvia y me trae en esta noche, nostalgia, frío y una extraña dulzura, todo en partes iguales. Ingredientes para un postre hecho con chocolate y delicias de besos, con mandarina y toques de caricias, con una pizca de pimienta negra y silencios, con canela en rama y dosis generosas de paciencia. A fuego lento cocino, y miro entretanto por la ventana de mis sueños, con esta lluvia de fondo, que me devuelve el perfume de la tierra mojada, de rosas que se abren a las gotas, que beben como bocas sedientas de besos, y caen en sus pétalos rojos de pasión, adornándolos con sus caricias como susurros sobre la piel.
Noviembre de noches largas y calles en tonos sepia, noviembre de luces de neón y alegres escaparates. Mi noviembre, dulce mes que aguarda, siempre aguarda, la llegada de diciembre. Mes noveno que es undécimo, lleno de soledades acompasadas con ternura, mes que casi acabas y te empiezas, hermosos días de otoño anoviembrados, de luces suaves color vainilla, como el aroma que va dejando tu recuerdo en mi buhardilla.
Noviembre que iluminas con lluvia de aguacero, mil colores brillantes cuando lloro contigo. Noviembre, no quiero olvidarte, mes de los solos encontrados, en el calendario, dos unos que suman dos sin dejar de ser uno.
Hoy, noviembre, te me haces presente, afuera llueve y aquí adentro veo un arcoiris reflejado en el sol de una mirada y las lágrimas de un corazón que clama por ser liberado.
Tengo noviembres hoy, mañana diciembres y en el ayer octubres olvidados. Llegará el nuevo año con enero desnudado, pero ahora, noviembre, dame un beso adiciembrado, o mejor, cálidamente agostado, que recuerde en mis labios primaveras mayosas. Traeme tu luz, tus sombras, tus quebrantos, noviembre dulce y lluvioso, frío de porcelana y timbre de cristal...
Besos y sed felices
jueves, noviembre 02, 2006
Dos Gardenias
En la cocina el puchero humeaba, perfumando el aire con ese inconfundible aroma de toda la vida...
Ella trajinando en los fogones, delantal cubriendo su camisa de seda, color marfil, abotonada con imitación de perlas, falda recta en color marengo hasta las rodillas, y zapatos de tacón. Melena, a la moda, suavemente ondeada, como las actrices del momento, recogida delicadamente en un lado con una pequeña peineta adornada con una mariposa plateada.
La comida acabada, y el entrando, como siempre algo tarde, traje de chaqueta en gris perla, sombrero de ala ancha, a juego, al más puro estilo Bogart, para tapar, coqueto, su escasez de pelo. La cámara, una Leica IIIf, último modelo, colgando de su preciosa correa de cuero marrón, en su cuello, el maletín con lo necesario en la mano, la corbata medio desanudada, la camisa blanca, algo manchada. Y esa sonrisa, esos ojos grandes siempre sonrientes, dulces al mirar a su amada.
Se casaron tarde. Rompieron las reglas escritas y las no escritas, cuando un día, él la rescató, cual Tenorio, ella ya casi convertida a monja, y le prometió que siempre sería feliz... Y desde entonces sólo se preocupó de cumplir su promesa. Se casaron mayores, nadie apostaba por ellos, ella con sus treinta y tres años, él treinta y cinco.
Con la mesa servida, ella atendía a sus gardenias, siempre hermosas, de blanco inmaculado. Este hombre y sus retrasos, la podían, y por no alterarse, regaba, limpiaba y hablaba a sus gardenias.
Él, sonrisa en boca, sombrero medio ladeado, se ajustaba la corbata, bien elegante, como a ella le gustaba, y se acercaba, por la espalda, le daba al viejo gramófono, y machín cantaba, Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir te quiero, te adoro, mi vida. Y se quitaba la chaqueta ya bailoteando, hasta alcanzarla a ella, la agarraba de su hermosa cintura, mirando sonriente sus curvas, y la giraba hasta tenerla de cara, ella con el entrecejo fruncido, visiblemente contrariada, él alzándole el mentón, suave, besándole la mejilla, ella mirándole “Que voy a hacer contigo” y él otro beso en la otra mejilla, mientras seguían a machín… Dos gardenias para ti que tendrán todo el calor de un beso, de esos besos que te di, y que jamás te encontrarás en el calor de otro querer… y entonces sin que ella se diera cuenta, cortaba dos gardenias del arbusto y se las colocaba, enredadas entre sus mechones rizados, y ella rendida apoyaba la cabeza en su hombro. Él, dulce y tierno, le alzaba de nuevo el mentón “Sonríe Anita, que el sol vea lo guapa que eres y refulge de envidia” y ella sonreía, tan hermosa, que en verdad el astro rey le envidiaba. Entonces la besaba largo y dulce, y Machín enternecido coreaba su amor desde el gramófono.
Ya nada importaba, si la comida se había enfriado o la camisa estaba sucia. Y con esa sencillez con la que él lograba disipar las nubes, ella no podía jamás estar enfadada más de dos segundos.
Él desenfundaba de su cuero su magnífica leica y la miraba, “Anita, mírame como cuando me amas” y ella, que le amaba con locura, le miraba y quedaba prendida de la cámara y de sus ojos, los de él, que no podían esconder su adoración.
“No sé que haré contigo, Hipólito, no tienes remedio” y le ayudaba a quitarse el sombrero, todavía en su cabeza, él ya sin corbata y sin camisa “vas a coger una pulmonía” y Machín, a coro con él: Mira que eres linda, que preciosa eres…
Y la casa llena de risas, el sol sobre las gardenias, resplandeciendo, y ese amor, promesas cumplidas, llenándolo todo…
Besos y sed felices