miércoles, agosto 23, 2006

Despedidas

Después de una noche movida, despertamos en aquel hotel perdido en mitad del desierto, de aquella ciudad que no parecía ciudad.
Antes de abandonar Zagora, visitamos otro palacio y alguna cosa más. Al hamid nos acercó un momento a la casa de su mujer (la de Zagora) para recoger henna y despedirse de ella. Y nos fuimos.
Con nosotros siete subió la tristeza como el octavo pasajero, un pasajero no invitado pero inevitable. El recorrido 4x4 llegaba a su fin. Ante nosotros, eso sí, más de 400km hasta Marrakech.
Fuimos por carreteras que pasaban pueblos perdidos, recorrimos puertos en extraños paisajes desérticos y montañosos. Eran fascinantes aquellas montañas donde sólo parecía piedras, y de repente aquella ardilla buscando algo de comer.
Al Hamid empezó a acelerar su paso, a adelantar a todos los coches, a ponerse incluso por delante del jefe, cosa que nunca hacía, corrió hasta llegar a Ouarzazate y allí salió de la carretera y se adentró por callejuelas hasta llegar delante de una preciosa casa. Su casa, o la casa de la familia de su mujer de Ouarzazate. Ella era la más importante o la favorita, y allí estaban los hijos de Al Hamid.
Nuestro querido conductor y ya amigo, nos invitó a bajar del coche y entrar en su casa, nos presentó a su familia y nos invitó a un té. Creo que fue el té más bueno de todos, quizá por la calidez con la que nos lo sirvieron, con esa sensación de haber pasado alguna frontera no marcada... Al Hamid se despidió de su mujer y de sus hijos y volvimos al coche para seguir nuestro camino.
Paramos a comer en otro de esos restaurantes de carretera que ya se habían hecho habituales y seguimos de camino hasta Marrakech. Que largo se hacía el camino, que tristeza saber que empezaba el final de nuestro viaje, que cada vez estábamos más cerca de nuestro destino.
Al llegar a Marrakech fueron parando en los hoteles respectivos y bajando, hasta que sólo quedábamos los del último hotel, el Ayoub.
Y por fin llegamos, las caras largas, la propina para el conductor, nuestro Al Hamid, preparada, recogimos las botellas de agua que todavía rodaban por el coche, bajaron entre Al Hamid y Pedro una vez más, la última, el equipaje y tuvimos que decir adiós. Nos dimos dos besos, le recordé que era el mejor, sin duda, también nos despedimos de los otros conductores, sobretodo de uno que había entrado en nuestro juego de rally, y de Abdel, el guía, que de todos modos aún veríamos al día siguiente.
Empezaban nuestras despedidas. Hoy Al hamid, mañana Abdel y Pedro y Rosa, pasado mañana tres chicas más y los chicos y al día siguiente nosotras mismas.
Pero al tiempo que se acababa una parte de nuestro recorrido por la Tierra de las Especias, empezaba otro, el de aquella ciudad que todavía nos era desconocida.
Finalmente, y casi como con pereza, arrancaron los 4x4 y se fueron, Al hamid nos miró una vez más, con sus ojos tristes, era un nuevo amigo y desaparecieron lentamente por la avenida.
Las dos nos miramos, brillaban los ojos, y supimos, casi sin decirlo, que volveríamos.
Besos y sed felices

8 comentarios:

BAR dijo...

LAS DESPEDIDAS SIMPRE SON MUY TRISTES...NO ME GUSTAN,PERO A VECES INCLUSO SON NECESARIAS...BESITOS

Esther Hhhh dijo...

A mi tampoco me gustan BAR, pero como dices son inevitables y necesarias tantas veces...
Besitos

Cucho dijo...

Así que...las dos estáis muy sentimentales. A veces son terribles y dolorosas cuando te tienes que separar de un ser tan querido como a Bar le ocurre. Por los lugares quizás no lo sea tanto, aunque a veces te planteas si tu vida sería mejor en ese otro lugar.
En fin, entre unas cosas y otras nos perdemos en nuestro diario devenir "aceptando" nuestra forma rutinaria de vivir como la única posible. Aunque también quizás algún día nos liemos "la manta en la cabeza" y escapemos a descubrir quiénes somos y cuál es nuestro lugar en este mundo.

Esther Hhhh dijo...

Bueno, Cucho, hay momentos para el sentimentalismo. No creo que lo estuviera cuando escribí esto, pero si es cierto que sentí tristeza cuando acabó esa parte del viaje, y también cuando se fueron los amigos que habíamos hecho. Las despedidas suelen ser tristes. En cuanto a liarse la manta a la cabeza... no me tientes que estoy apuntito.
Tata, ánimo, que ya veras como de alguna manera volvemos... Seguro.

Ruben dijo...

Coincido en que no me gustan las despedidas, aunque como bien dices, son inevitables.
Se nota que sentisteis mucho esa despedida, y eso que aun os quedaban unos cuantos dias de viaje.

Esther Hhhh dijo...

Lo cierto es que sí sentimos esa despedida, rubén, entre otras cosas porque marcaba no sólo la separación del jeep y de Al Hamid, si no también de los que hasta ese momento fueron nuestros compañeros de viaje y casi nuestra familia. Luego seguimos viéndonos, pero ya no fue lo mismo.
Besos

Unknown dijo...

Lo malo de las cosas buenas es que llega un momento en que se tienen que acabar. Ahora tienes una razón para volver.

Esther Hhhh dijo...

Desde que volví, sólo pienso en irme allí otra vez, así que si, tengo muchas razones, Diego,jeje.
Besitos